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domingo, 25 de mayo de 2025

25 de Mayo: ¿Libres de qué? Una revolución pendiente en nuestro interior y nuestra sociedad

 “Espero que algún día nos liberemos… de nosotros mismos.”

     Cada 25 de mayo recordamos la Revolución de Mayo de 1810, ese punto de quiebre histórico que encendió la chispa de la independencia. Seis años después, el 9 de julio de 1816, se formalizaba aquella aspiración colectiva de dejar de ser colonia. Pero la pregunta que hoy nos interpela es: ¿realmente somos libres?

     Es cierto que rompimos las cadenas del dominio extranjero. Sin embargo, seguimos atrapados en otras cadenas, quizás más invisibles pero igual de opresoras: las divisiones profundas, las polarizaciones agresivas, la falta de un proyecto común, el egoísmo social, el hambre, la pobreza, y una corrupción que, como un cáncer, debilita los cimientos del país.

     La libertad no se agota en la soberanía territorial. Requiere también justicia, igualdad, honestidad, diálogo, y sobre todo, responsabilidad colectiva. La Revolución que necesitamos hoy no se trata de tomar plazas, sino de transformar corazones y estructuras. De superar el “ellos contra nosotros” para construir un “nosotros” real, donde el futuro no dependa de quién gane una elección, sino de la fuerza de un proyecto compartido.

     No podemos seguir celebrando independencia si cada vez más personas dependen de un sistema que no los integra ni los respeta. La verdadera revolución pendiente es la de los valores: la del respeto, el compromiso cívico y la empatía.

     Este 25 de mayo, recordemos a los hombres y mujeres que soñaron con una patria libre. Pero más que recordarlos, honrémoslos haciéndonos cargo del país que todavía necesita ser liberado. No ya de potencias extranjeras, sino de nuestras propias miserias.

La historia no terminó en 1816. Tal vez, ni siquiera empezó del todo.

Juan C. L. Rojas





martes, 20 de mayo de 2025

El corazón del emprendedor: Acción, decisión y propósito

     En el camino del emprendimiento, muchos creen que la clave está en las ideas brillantes, en la planificación estratégica o en el conocimiento técnico. Pero, si vamos al centro de todo, podríamos afirmar categóricamente que el corazón del emprendedor es, y siempre será, la acción.

No cualquier acción, sino aquella que nace desde lo más profundo del ser. Desde los pequeños detalles del día a día hasta las grandes decisiones que marcan el rumbo de un proyecto, el motor que impulsa al emprendedor es su capacidad de actuar.

Pensamiento y organización… pero con decisión

     Es cierto que pensar y organizar son habilidades fundamentales. Sin embargo, lo que realmente diferencia a quienes emprenden de quienes solo sueñan, es la decisión firme de avanzar. Y esa decisión, cuando se convierte en acción inmediata, crea el verdadero impulso transformador.

Un emprendedor exitoso no espera las condiciones perfectas. Aprende a moverse, incluso en la incertidumbre, porque sabe que quedarse inmóvil puede ser más riesgoso que avanzar con pasos pequeños pero constantes.

Conócete para crecer

     Otro elemento vital en el corazón del emprendedor es el autoconocimiento. Saber cuáles son sus fortalezas, tendencias y debilidades le permite afinar su rumbo. Al reconocerlas, no para lamentarse, sino para corregirlas, puede alinearse mejor con sus objetivos y avanzar con claridad.

El emprendedor exitoso entiende que su herramienta más poderosa es él mismo: su carácter, su energía, su forma de enfrentar los desafíos. Desde esa base sólida, toma decisiones coherentes y ejecuta acciones con determinación.

Metodología y disciplina

     No hay emprendimiento sin estructura. Por más apasionado que sea un sueño, necesita una metodología clara, tanto para las tareas diarias como para los eventos excepcionales que surgen en el camino.

Saber separar los tiempos, establecer metas intermedias, y trazar un itinerario realista y dinámico es fundamental. Así, el emprendedor evita la dispersión y se enfoca en lo verdaderamente importante: construir paso a paso su visión.

En resumen:

     Ser emprendedor es más que tener ideas. Es convertir el pensamiento en decisión, y la decisión en acción. Es conocerse, disciplinarse, y construir con constancia. Si hay un verdadero corazón en el emprendedor, late al ritmo de la acción decidida con propósito.

¿Qué estás esperando para actuar?