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jueves, 8 de mayo de 2025

Crisis y conspiraciones: ¿por qué buscamos culpables invisibles?

     Cuando el mundo se tambalea, también lo hacen nuestras certezas. En medio de catástrofes naturales, guerras, pandemias o crisis económicas, no solo se desploman sistemas: también se desordenan nuestras formas de entender lo que ocurre. En ese escenario, las teorías conspirativas florecen. ¿Por qué?

La reciente adaptación de El Eternauta incluye una teoría vinculada al polémico proyecto HAARP. Lejos de ser un recurso casual, esta elección de sus guionistas —Bruno Stagnaro, Ariel Staltari y Martín Wain— acierta al reflejar cómo, en contextos de caos, buscamos explicaciones simples a eventos complejos. Y muchas veces, esas explicaciones toman forma de conspiración.

Necesitamos sentido, incluso si es falso

     En momentos de crisis, es común que experimentemos miedo, confusión y una pérdida de control. Ante esa sensación de vulnerabilidad, surge una necesidad urgente: darle algún sentido a lo que pasa. Diversas investigaciones coinciden en que las teorías conspirativas funcionan como mecanismos para reducir la ansiedad colectiva. Nos ofrecen una historia cerrada, estructurada, con culpables definidos.

Aunque carezcan de evidencia, estas narrativas resultan atractivas porque tranquilizan. Nos dicen que lo que está ocurriendo no es un accidente, sino parte de un plan. En cierto modo, eso se siente menos aterrador que el caos aleatorio.

Las explicaciones fáciles en un mundo difícil

     La incertidumbre es terreno fértil para el pensamiento conspirativo. Cuando la información escasea, se contradice o es difícil de comprender, las teorías conspirativas ofrecen respuestas inmediatas, aunque falsas. Frente a eventos complejos, nos ofrecen soluciones simples, muchas veces con un “culpable invisible” en el centro de la historia.

Un ejemplo reciente lo vimos con el apagón que afectó a España y Portugal. Sin información clara en las primeras horas, rápidamente surgieron versiones que culpaban a sabotajes, ataques cibernéticos y experimentos secretos. Las redes sociales amplificaron estas versiones antes que cualquier explicación oficial pudiera ganar terreno.

El caso HAARP: ciencia real, teorías falsas

     El Proyecto HAARP (siglas en inglés de High-frequency Active Auroral Research Program) es un programa de investigación científica en Estados Unidos, centrado en el estudio de la ionósfera. Pero desde hace más de una década, se convirtió en blanco de teorías conspirativas que lo acusan de manipular el clima, provocar terremotos o incluso controlar la mente humana.

En los últimos meses, se le atribuyeron sin pruebas los siguientes eventos:

  • El huracán Helena y el huracán Milton

  • Las inundaciones provocadas por la DANA en España

  • El temporal de marzo de 2025 en Bahía Blanca

Ninguna de estas acusaciones está respaldada por evidencia. Por el contrario, varios intentos de “probar” esta relación resultaron falsos. Uno de los más difundidos fue un video que mostraba un barco con antenas, supuestamente vinculado a HAARP. El video era real, pero no tenía relación alguna con el proyecto: mostraba una central eléctrica flotante en Turquía, grabada en 2017.

¿Por qué seguimos creyendo?

     Porque no se trata solo de datos, sino de emociones. Las teorías conspirativas no necesitan pruebas: necesitan contexto emocional. En momentos de angustia, estas explicaciones funcionan como consuelo. Nos dan una ilusión de control. Y lo más importante: nos ofrecen a quién culpar.

En ese sentido, no deberíamos subestimar su poder. No nacen del pensamiento irracional puro, sino de una necesidad humana profunda: la de encontrar sentido en medio del caos.

Cerrar los ojos o abrir el debate

     Comprender por qué surgen estas narrativas no significa validarlas. Pero sí es clave para no subestimarlas. En tiempos de crisis, es tan importante brindar información clara y confiable como entender qué vacíos llenan las versiones conspirativas. Solo así podremos, poco a poco, reemplazar las explicaciones falsas por conversaciones reales.





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