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martes, 1 de mayo de 2018

Andamios infinitos

Suena.    Resuena.

Sordo rumor de insondable distancia.
Los sueños navegan en un océano de nubes.
La lejanía cuelga lianas dolorosas en el corazón/
    y es un vértigo azul la remota esperanza.

Oasis/
Fuentes doradas/
Espejismos de soles y estrellas.
A prisa corren los perros hambrientos del alma.
Los errabundos de la tierra transitan sobre espejos...
Reflejos de celaje embelesante.
Reflejo interminable...
¡Tan sólo campos de hielo!

El espíritu temerario
    ensambla andamios infinitos/
...y la estrella es anhelada aún...
¡Tenue luciérnaga de lo remoto!

Heme aquí
    dios de musgo y penumbra
        sobre los tejados humildes...
donde el fresco rocío
    arroja destellos/
brillo incipiente/
luz cercana de un nuevo amanecer.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


jueves, 25 de mayo de 2017

Hoy, 25 de mayo del 2.017


Avanzando la tarde lluviosa en Buenos Aires...
Transcurriendo la celebración patria de la Revolución de Mayo...

Pienso...

De que nos sirve el pasado si con ello, no aprendemos a afianzar el presente.

Veo que, a muchos pueblos nos falta hacer otra gran revolución...

La revolución de la honestidad y del trabajo.
Poner en donde deben estar a tantos políticos corruptos y ladrones.
Hipócritas que se llenan la boca demagogicamente, con discursos altisonantes, para luego traicionar sus mismas palabras con su desfachatez delictiva, despojando a la gente y al país de sus sueños y recursos.

Pienso también, que hay cierta indiferencia e indolencia colectiva, al no ser más selectivos en la elección de sus gobernantes...
Gente que piensan la política como a un partido de fútbol; por sólo la ganancia de sus colores; sin ver, si han sido tramposos o no, en sus funciones.

¡Viva la patria!...
Pero no la patria que he mencionado, sino, una patria que sea honesta, de trabajo y de justicia. Donde sepamos discernir lo bien hecho, y lo que no; y por lo tanto, dejar de apoyar a los corruptos por dádivas y prebendas, o por el sólo  hecho de tener un color determinado.

Basta ya de fanatismos; de ser dependientes de la ignorancia, y de las tutelas que no dejan crecer.

Ya somos "mayorcitos", basta de drcir que somos un país joven. Sepamos afrontar nuestras responsabilidades colectivas de manera pensante y ecuánime; en pos del consenso de la razón, y no de autonomias, falsas revoluciones y grietas.

Es hora de crecer.
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=pensar

domingo, 23 de octubre de 2016

Esta música

¡Ah esta música fragante!...
que se desliza melancólica a veces
/¡suspendida!/
...en los botones celestes del amor.

Otoñal Ausente
Primaveral Festiva
Inquietud dolorosa y placentera.

Esta música callada...
Tonos silentes que hieren de caricias/
que perfuma el corazón
con la envolvente ansiedad de los azahares.

Esta música de aves...
que suena en mi pecho
inflamando su fronda
de anhelos de sueños.

Esta música...
aguza los sentidos del poeta
mimando al aire
la luz
el trueno...
cuando transita
(como tu recuerdo)
en la memoria de quien te ama.

Este concierto de colores y geometrías
que el alma siente/
Es un canto de incertidumbres y esperanzas/
terrenas alas migratorias/
celestes astros errabundos.

Es dulzura
que cuece de tanto en tanto
la sal de las lágrimas.

Estas ondas melodiosas
esperan la canción de tu hermosura/
que deje mi frente en las estrellas
y en la tierra mis pies inquietos
¡allí!
donde tú rondas.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas



miércoles, 7 de marzo de 2018

De la vida

Este atardecer,
que camina risueño por las veredas
dibujando faros en las esquinas
amacando su marejada
entre flojas baldosas
y hojas danzantes
de incipiente otoño...

Este atardecer,
que me lleva
por ambiguas penumbras
donde la luz va renaciendo
en ecos de la memoria,
donde el sabor
se presta alucinado
en dulces sentires
floreciendo en sus candores...

Zitzaguea su brisa,
desde mis ojos 
y entre mis huesos,
con las razones misteriosas
que me convocan...

Es hálito de vida
que late en mi pensamiento
que va conmigo
y avanza
hasta el peldaño siguiente
del tiempo
aunque el otoño
insistente,
derrama ya
su bálsamo
de blanca cerrazón,
a esa corona
que calza
la frente erguida...

Y sigue su marcha
en el camino
donde esculpe
variopintas diademas
en el andariego crisol
de los sueños.

Este atardecer
de la vida
irá hacia su noche,
a su manto
oscuro y sideral
a prender luciérnagas
a marcar
sus cadencias
de sinfonías estelares,
otros compases
acaso...
¡oh, si pudiesen
nutrir las almas!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Alas de pasión

Alas vehemente de pasión
    vuela mi sueño/
hacia un cielo de luz que nace
    verde  corazón
        de alegre primavera.

Amor    altar etéreo
    donde en dulzuras o tristezas
        suele    /irremisible/
            ofrendarse la vida.

Cóndor que vuela ingrávido
    escrutando las cumbres.

Alas de fuego.
Sueño incomprensible de los sueños.
Soledad de soledades.

En las alturas del alma
    golpea a veces
        el frío soplo de la tristeza.
Nieve y viento sobre las palabras calladas.
En la roca dura.
En las blandas nubes.

Destello rasante/    embebido de dicha/    el amor pasa.
En el cuerpo invisible del espíritu deja una estela/
Hálito benigno de luz
    que puede ser    inasible.

¡Ah, cuando te mira el amor
    derrama de sus ojos la miel del espíritu!
        Y sus alas de cóndor /    de paloma/    de fuego
despiertan tesoros ocultos/
    júbilos dormidos
        de voces secretas.

¡Decidida
    la temeraria candidez
        sube a sus alas!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas





Alas de pasiónAlas vehemente de pasión vuela mi sueño/hacia un cielo de luz que nace verde corazón ...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on lunes, 11 de abril de 2016

sábado, 15 de octubre de 2016

De otras maneras, madre

Desde que hubo el temblor
en la primera alborada de la semilla...
y cuando en el cosquilleo de la sangre
declamó la emoción sus sinos y misterios...
hubo el sabor anticipado de los besos
¡creciendo!
con el húmedo resplandor en los labios.

¡Y luego las manos!
tanteando en el vientre las caricias venideras,
tanteando los pasos de un tierno palpitar...
¡Pasos!...
sacudiendo la pereza de los días
hacia un renuevo de esperanzas y de sueños.

¡Madre!
De muchas maneras, madre.
La que pudo y aquella que no
y sin embargo el arrullo de amor
fue un poema
desliéndose en su pecho.

La que fue y no fue...
Donde la historia hizo un jirón
y el desapego hecho un desgarro
donde dar, acaso,
fue vida y alas...
donde la poesía de vivir
perduró su canto
con el dolor,
con el perdón,
con el amor.

Que se iluminen entonces
sus ojos de crepúsculos,
con la chispa de la algarabía,
con la estirpe piadosa del canto
en la comprensión de lo divino
y perfumada bendición.
¡Felices sean tus días,
de cualquier manera,
madre!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


domingo, 14 de agosto de 2016

Sólo rodar

(¿Estaré negativo hoy?... Pero obsérvese que no digo rata, sino hamster ja)
"A rigor de verdad, la realización de los grandes sueños del Hombre suelen ser una metáfora... Objetivo cumplido en la rueda del hamster: Sólo rodar."





martes, 16 de octubre de 2018

Bajo trincheras

No son juncos
    los que se mueven en los secos cañadones/
No son ramas/
    ni flores marchitas agitándose.
Son los brazos
    son las manos
        de los hundidos en la tierra.

Liturgia de pañuelos blancos
    /batiendo/
        llora el aire.
...Y yo observo
    bajo una fresca hoja de trébol
        ¡los surcos profundos
    de esas frentes cansadas!

Alambre oxidado se retuerce
    sobre cercas arbitrarias
        de vacíos estamentos.
...¡Los iones de galvánica corriente
    atraviesan la oscura entraña del átomo!

Cada tanto se renueva en la historia
    infecunda languidez del espíritu/
y en los rediles...
    una misma cosa suelen ser
        pastores y lobos.

Los corazones fueron alguna vez
    santos continentes de sueños.

Hoy el Mar Muerto husmea impávido
    antiguos hedores y heridas abiertas.

Las banderas
costean la supervivencia con sangre derramada/
y la venganza florece de espurias semillas.

Vez tras vez
    regresan con fusiles
        los espinosos retoños.

Asustado/
bajo trincheras y fortalezas endebles
    continúa deambulando el Hombre.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=hombre

domingo, 26 de agosto de 2018

Estado puro


Creo que, absolutamente todas las realidades buenas que existen en el mundo, han nacido y se han desarrollado, de alguna manera, sea directa o indirectamente, gracias a un espíritu poético que las engendró...
Un sueño, o la conjunción de sueños; o sea: La poesía en su estado puro, es la que hace emerger  a la belleza en su realidad  de amor... Entonces no es una utopía soñar o proclamar un sueño, porque mucho de lo que existe a nuestro alrededor, sea concreto o abstracto, y que lo disfrutamos, ha sido considerado una utopía por alguien, sin embargo ha sido procreado por la perseverancia del sueño y la acción... y este es nuestro combate a diario, en la medida y la posibilidad de cada esfuerzo, en el derrotero de lo positivo... porque la realidad es, que existen los que minan el sueño... Pero es posible, con la poética del sueño, vencer a la  guerra... " Sé que las voces pueden  derribar los muros"...

Juan Carlos Luis Rojas

lunes, 11 de julio de 2016

Musas etéreas

"...Los fantasmas tienen alas y vuelan en el cielo de nuestros sueños... sus espuelas de plata ruedan dejando marcas en las verijas de esas monturas que nos llevan en los espacios...
Y me suelo reír con ellos, con ellas, al fin y al cabo.
Y se puede charlar con esta suerte de musas etéreas; usan más de un monosílavo,... ¡aún más de dos palabras! para continuar la conversación. Hasta te hacen preguntas muy directas como... ¿Que tal, cómo estás hoy?... 
Pero lo extraordinario es, que se quedan a esperar tu respuesta, se interesan y te contestan...
(Un secreto: en algunos rinconcitos por aquí, que no les pertenecen a ellos, otros seres puede que te contesten con monosílavos... Eso es indicio de que no debes buscarles conversación. No tiene sentido. No continúes. No insistas).
No , ellos no desaparecen dejándote colgado con las palabras. Son increíbles, como los pensamientos..."

domingo, 28 de mayo de 2017

Piensas

Con mirada de niña  
    inclinas tu rostro
(¡fémino engarce!)
    que apoyas 
en la corola de tu mano...

Bella.
Silenciosamente, piensas...
Con mirada de ensueños, 
piensas...
¡Sientes en el alma! 
    ese fragor tierno de amar...

Piensas, 
y hay una comunión con mis silencios.
Una alborada cantando 
    con trinos    fervientes    de pájaros.
Una suave luz que fragua auroras
    desde tu ser 
profundo y cierto.

Te miro
y veo un raudal de caricias...
¡derramándose!
vertiendo cantos infinitos...

Te miro...
y profusa miel
    cosquillea en los torrentes
donde navegas con tus sueños
...allí, entre los míos.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas  

martes, 26 de julio de 2016

Malabarismos

Tristeza de la tarde
presente de ausencias
donde grita
el puñal acabado de la risa...
de las sombras
en la oscuridad de la espera.
Malabarismos,
de cielos distantes
que nos cubren...
Sustento de versos
perdidos en el ocaso...
Lineas de la noche
que saben a poemas
de bohemios errantes.
Y un equilibrista es,
quien soy...
danzando
en el sesgo de la luz
donde pasas, esperanza...
donde posas
sueños de errabundos.
...Errantes cual planetas
sino y signo de vagar celeste
nutridos
de universos infinitos.



viernes, 27 de marzo de 2015

El sueño...

Muy buenas tardes a todos, familia, amigos...
El sueño
"...El sueño, los sueños, son la magia inherente y vital del ser. Ellos nos hacen navegar por la vida, aún desde la utopía, hacia senos y continentes increíbles, hacia lejanas "estrellas". Y sea que lleguemos, (absolutamente posible), o no... entretanto viajamos... ¡Andar! ¡Esa es la consigna!..."

viernes, 14 de julio de 2017

Sobrevuelo

Aurora distante
tu sonrisa
en que amanece mi día...
Transcurren sus horas
y en el espacio almacena...
la escena
de tu vos silente... 
Sobrevuelo
que en mi memoria
latente
ahora envanece
al tinto vaso
de mi corazón.

Sobrevuelo mi cielo,
gorrión de recuerdo...
Acaso ya
descoloridas plumas,
hojas,
danzando en otoño.

Pudiese llegar...
desde los sinos
transparentes del tiempo
desde los sueños vividos
desde la trastienda
donde canta el olvido
y pudiera entonces
darte
un nuevo canto
renuevo bello
de un amanecer...
...Despabilarte
a un nuevo tiempo...
de todos los besos
de toda ternura
de todo el amor...

Autor: Juan C. L. Rojas
OTOÑO
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=otoño

jueves, 28 de enero de 2016

Uno mismo

De todas maneras, ser, uno mismo, tiene ciertas relatividades y subjetividades.

Es cierto, no se trata de andar por la vida esforzándose en demostrar lo que uno es, o no es; sin embargo esto no significa que debemos estancarnos cómodamente sin hacer los cambios y correcciones que debamos efectuar en nuestra vida para ser mejores personas.

Es saludable fluir, pero también, tener el sentido y percepción del cauce apropiado. Somos vida inteligente con voluntad y a la vez, libre albedrío.

Buenas noches, buen descanso para todos...
         En los pasos de los sueños, de la vida,... que harán lo que deban hacer...
         Juan Carlos Luis Rojas
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on lunes, 25 de enero de 2016

domingo, 18 de septiembre de 2016

En un sin fin

Los álamos destilan su savia
cuando pasas...
cuando ante ellos,
entre el aire roza tu cuerpo...
Calidez rara de bronce es tu piel
que dibuja sus tiernos senderos
en estas tierras
donde alguien te canta lejano.
Verde lumbre
sonríen tus ojos
y me hieren dulcemente
si me atengo
a su clara faz
de lago transparente.
No sé que busca mi alma
cuando se adentra en la tuya...
No sé qué festiva visión
imaginan mis sueños..
Sólo te miro...
Como aletargando mis días,
mis horas,
mi muerte...
Y la poesía es quererte
que es lo mismo que soñar
que resulta tangible el vivir...
¿Será que me invades con tu ser
de ángel y demonio,
por decirlo así,
para este pensamiento
de bardo y romancero...
y es por eso
que pierdo la voz
que desorbita acaso
de mundos racionales?
Se que sentirás,
tantas veces,
a las alas del rocío
insufladas de azahares...
y querrás beberla
de una sola inspiración...
Cobrarás consciencia
que tus ojos hondos
estallan felices,
en el brillo misterioso
de esa oscuridad
donde sueñas...
Debes saberlo entonces,
que sólo es mi pecho
que te envuelve,
que te cubre
cual un raro universo
de anhelos fervientes
que en la fuente palpitante
se acrisola...
Tu boca pequeña
y voluptuosa
se abre,
deliciosa y susurrante
en el ávido beso...
¡Amalgama es!
de formas concurrentes,
de cóncavos y convexos
recurrentes
que hienden,
succionan,
transitan,
bajo las auras
de tu piel,
de la mía...
Sedientas,
suben
bajan
por montes
y manantiales
consumiendo
en un sin fin
los más caros deleites
abriéndose
a la libertad
de aire
de fuego
de pasión y simiente.

http://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=vivir

lunes, 26 de febrero de 2018

Paco De Lucia y del mundo

Paco De Lucía y del mundo
(Homenaje póstumo)

...Es que las notas tienen alas
y de tantas, vibrante raudal,
viento será, donde remontes.

Y allí vas, anhelante de mares,
de cordaje sonoro, estela dejas
de lejano pueblillo, ¡sueños vuelan!

Silbando, en las bordonas corren
las yemas endurecidas, acariciantes,
y de celos, las cantarinas resuenan.

Caja, diapasón, mástil,... galopan
bajo el brioso tropel de los dedos 
y del frenesí baja una dulce melodía.

Su rasgueo es palpitar del alma,
indómito sino, de flamenco el ritmo
como de cada ser, florece lo vivido.

Aquí quedamos, Paco, en nostalgias,
sonoridades altivas en los corazones,
el tuyo dijo basta, y ¡ya! labor cumplida.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 27 de diciembre de 2015

Hasta el fín

Y ya estoy regresando
hacia un comienzo
o hacia el final
sobre las huellas
trilladas del andar.

Olas
que montadas de espumas
vuelven
regresándome
la botella navegante
y sus memorias.

Escorado de vientos
mi navío,
suspirando tajos
sobre las velas,
se yergue de tridentes
sus mástiles
como la sonora
púa de mi canto.

Habrá tal vez
un retablo de equilibrio
desde tus ojos
que remozen
la escuadra antigua
de mis huesos
crujiente maderamen,
bastión de las tormentas.

Y he aquí
que moderado de sombras
mis párpados
mecen
un titilar de verdes,
y de azules
entre brillos
de ardientes soles
en mis días...

He aquí,
que entablilladas
de quilla combatiente
mis piernas,
se arrogan el ahínco
afirmadas
en los trozos
de los sueños,
portreros acaso,
caminando, caminando,
hasta el fin.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 15 de mayo de 2016

Silvestre

Si acaso lo impávido es...
si acaso lo inmutable,
Inconmovible como natura y vibrante...
Mujer!!
Mas,
sensible en deseos
de sueños
de anhelos...
Te levantas
como flor silvestre
al sol,
mujer!!
Y allí exuberante
de belleza,
fecunda,
pasional.
Como la Tierra
presta a parir
de nuestra siembra.
En un pedestal te elevas
en el asiento de los tiempos.
Revives tu corona
cada día
en el hoy
en este instante.
En lo silvestre,
oliendo a verdes perfumados,
allí estás...
Sencilla,
mas sofisticada y genial,
que ya no pueden mis versos...
sino
¡la sustancia suma
de soñarte!