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martes, 19 de abril de 2022

Voces

Cantan con el sentir,
diciendo de los anhelos
retando desafíos al amor
con espadas luminosas 
de pensamientos y palabras...

Voces que emergen vez tras vez,
desenvainadas desde la piel,
desde la vaina torrentosa 
más interna y sensible del pecho.

Navegan buscando espacios
entre las esquivas 
luminosidades abisales
y en las hendiduras del cénit,
en la armonía de universos ignorados.


Amores tal vez, simples y especiales,
desde las tristezas y las alegrías
desde el hijo, desde el padre,
desde amantes y cosmogonías infinitas.

Te cantan a ti... a mi, a vosotros
a todos, los que privilegian sus oídos
por sobre las sorderas estridentes...
Pueden escuchar el silencio,
la voz discursiva del alma
mientras los ojos gritan.

Son los que modulan la música del espíritu.
Son los poetas verdaderos de la vida.
Y saben, que las estructuras de sus signos
pueden crear puentes...
Y saben, que las voces, 
sus voces,
pueden derribar los muros.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 17 de enero de 2019

El temor de Babel

"En el principio el Verbo era.
 Y el Verbo estaba con Dios.
 Y el Verbo mismo era un   Dios."Juan 1:1
Ante la soberbia del polvo se ofendieron los dioses.
Ladrillos dispersaron en el aire.
Cayeron las piedras
    los verbos    los nombres.
Millares de lenguas confusas hirieron los confines/
Y de pié aún    el ser/
    (se dice humano)
protege su temor
    que ignora el mensaje del espíritu.
De pié/    Babel/
    en su pertrecho de pólvora y alfabetos.
También el susto
    de herir con estos versos.
¡Ay!
Se endurecen bajo el sol
    argamasas imposibles.
Tengo miedo de accidentar esta expresión.
Miedo de atar mi dimensión a las palabras.
Siento la carencia enfermiza del lenguaje del silencio...
Siento que sólo los ángeles encienden las miradas.
Puedo escurrir estas letras sin embargo/
    en los puntos inconexos
        de lo mudo y de lo sordo.
Temo    vez tras vez
    el agobio de los pueblos en la ardua diplomacia
        de la palabra muerta e imprecisa.
Temo el desgaste del amor
    bajo normas y convenciones, de signos y protocolos...
"Estarán escritas en el corazón (dijo el profeta)
    las tablas de la ley".
Tiembla Babilonia en el centro de esta hoja
que se cree vacía
a pesar de tanta tinta derramada.
Volveré, tal vez    /distante/
    a la nube antigua.
Volveré
    a mi duro silencio.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 12 de octubre de 2018

Novena sinfonía

"...Y la vida es esa... como lo expresó musicalmente  Beethoven...
Empezamos naciendo para crecer, y creciendo para morir...
La vivencia está en el cúmulo de variaciones que nos da, esa modulación que sube y que baja generando grafías singulares; picos y valles que varían según las circunstancias. El avance no es sólo sortearlos, sino reconocerlos y aceptarlos. ¡Eso es vivir! Manejar el sufrimiento y el placer, la dicha y la desdicha...
La felicidad se conjuga en el mejor entendimiento y aprovechamiento de ello... Entonces: cada ser está inserto en su propia sinfonía, en su singularidad.
En ella el crescendo o el  rallentando... o el calderón de largo silencio imprevisible... melodías crecientes y decrecientes. La vorágine esperanzadora de la alegría, y sin embargo, también la tristeza agazapada...
Y marchamos como heraldos llevando las virtudes y recompensas, y las mutilaciones de la carne y del espíritu."
Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 26 de agosto de 2018

Gesta del silencio

"Las más grandes gestas surgieron desde el silencio y de ignotas almas. Jamás ostentes, de altos vuelos."
Juan Carlos Luis Rojas

lunes, 20 de agosto de 2018

Es cierto


Los cristales están rotos
donde no se ven
    las palabras ciegas
        de mi corazón hundido.

Y aunque no creas
    esto es cierto...
esto del amor y el tambor añicos...
Y es cierto que llueve
    sobre estos cristales
        aunque no llueva.

Puedes enterarte además/
    que mi mente no teje fantasmas
que es cierto aquello del sentimiento/
que callan los truenos por dentro/
...Que pongo escaleras
    sólo para alcanzarte.

Hasta aquí domino el silencio...
   para que vivas...
        ¡Por Dios, nada menos!

Compruebo que es cierto...
Es cierto esto de la muerte lenta
    donde entre nubosas agonías
        las preguntas borbotean.

...¡Para qué mis versos
    si no cantan en tu pecho!
Para qué
    la  luz/    del poema/
        si no alumbra el verdadero.
Para qué...
Para qué mi siembra de colores
    en las paredes...
cuando no sé     si van tus ojos
    a donde mi amor te habla.

No.
No es juego.
Son ciertas las preguntas
    como esto que se clava en el pecho
        sin sangrar la piel.

Bueno...
Como cierto es
esta lluvia buena del desahogo
que ahora sí
    moja paredes y vidrieras...
y también mi rostro.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


lunes, 9 de julio de 2018

Ausencias y palabras

Y la vida va
en un son de esperanza...
soñando un poema,
cuando la poesía,
ya vibra,
en el vértice
susurrante
de la pluma.

Las paredes de la libertad,
prisión del alma,
se tapizan de espumas
en el batir de olas
de alas
y de fuego.

Contraída
en el rincón de las ausencias,
el alma
es un volcán
buscando el estallido
fecundo
de gaviotas bajo la aurora.

Ausencias en el silencio,
que silentes reclaman
la ternura airosa
de las palabras.
Acaso,
ellas mismas son
solo palabras
remecidas en el silencio.

Raleadas de sortilegios están
buscando la fortuna
venturosa del amor.

Asimetrías.
El desencuentro
en el espacio de los besos...
Ausencias,
que mueren en el silencio
bajo un atisbo tibio de sol,
y de esperanza.
Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=ausencias

martes, 29 de mayo de 2018

Sueño después del sueño

Pude soñarte
    una vez más esta noche
y arden mis ojos
    vueltos a la suave grama que transitas
        cuando la inquietud interroga de inmediato.

¿Dónde estarás
    cuando buscando la primera luz
        se abren las ventanas de mi ser?
¿Luz de quién
    entonces
        será tu rostro?

Y en esta mañana que te pienso/
cuando pretendo distraerme
    en el desenredo del silencio/
en esta mañana de ausencia y lejanía
¿Qué sentirá tu piel
qué tus manos
    añoradas de mis dedos?

El boceto de esta niebla de otoño
    divaga entre el recuerdo....
        y es así que me ilumina
            ...pero extraño sin embargo
        la danza discreta de tu andar...
    el fuego rítmico que encendemos/
La flor de tus labios conjugada en la sonrisa.

Veo tu luz
    en las sombras de la luz
        adentrándose en mi alma/
    con su brillo/
y la elocuencia completa de tu mirar.

Suena el ventanal de mi balcón...
    son los suspiros    descubro
        que se derrumban juguetones con el viento.

¿Volverás quizás    a cultivar
    al menos
        los surcos de mi calma solapada?...
Sólo me responden
    el misterio gris de esta niebla
        y el viento sibilante
    que atenaza a las paredes

¡Qué terco el sentimiento
    que deja este mensaje
        como un puente sublimado/
            un puente que se extiende
                 hacia la otra orilla ansiada del regreso!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 9 de marzo de 2018

Musical

Musical


Fueron nuestros días
    subrepticio canto del silencio.
Ronda de celestes sonoridades.
Completo programa de un concierto
    de humildes himnos/
        cantos/
            e ignoradas tragedias bajo la piel
                acrisolando el alma.

¡Y es así     como suena la vida!
Este estanque en el Universo/
    donde reverberan los ecos
         de brillantes soles/
             nubosos horizontes.

Agradezco tus    sonrisas
    (aunque abemoladas)
pasaron el riesgo de las cuerdas
    que más no se pudo tensar.

Agradezco a tus manos/
Fortalecieron los bastiones de mi espíritu.
Este espíritu que envuelve
    a un ángel veleidoso
que transmuta en aire de palabras
    esta dicha sufriente de vivir.

Llevo en el diapasón de mis huesos
    tu corazón
su pianissimo acorde
    que sonó sobre mi piel
        cuando aletargaba
            sus    espacios    de suspiros.

Que me miren tus ojos...
que ya los míos...
tranquilos
    en este prolongado calderón...
que no dice
    cuál es el compás que sigue/
    cuál el que empieza/

Podré ejecutar
    en un rincón     tal vez
        este mordiente chispeante de mis ojos/
Se notará/
    en la sonoridad rallentada de violines.

En el fondo de esta sala de armonías/
    ya se dieron a silencio
        las cajas oscuras de los bajos/
sólo el aire vacío suena
    de las gaitas distendidas.

¿Ves/ oís/
    la campanilla suave de mi sonrisa
        que atornilla el aire
            para calmar tus ojos
                y la ansiedad dolorosa de tu pecho?
¡Mira, no son culpas
    estos golpes de timbales en nuestros oídos!
Sólo    son    sones/
que tañen
    los duendes musicales del aire.

Oye, es imposible parar
    este concierto beethoveniano.
        Golpes violentos del amor.
...el silencio también es música/
música que fluye
cósmica y terrena
    en la voz profunda del alma.

...Miremos el arroyo
este sinuoso devenir del tiempo...
nada más, percibamos
    el perfume abrillantado
en estas notas del concierto.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


lunes, 5 de marzo de 2018

Silencio de las palabras

Mejor así,
de que valen
si no hay oídos...
No hay sentidos...
y alguna reacción...
El cansancio perturba.

...si todo nace en el silencio.
Todo muere en el silencio.

Se me acabaron las palabras...
¿O será quizás
que huelgan 
en silentes decires?...
Tráfico lento 
y estresante,
se amontonan
sin acometer...
Traba de la armonía inexistente.

No importa.

Que vuelva el silencio.
Que se aquieten las aguas.
Que las turbiedades 
se conviertan en roca 
en el fondo del cauce.

...y he aqui 
que fluye 
el lago cristalino
espejo del fondo
reflejo de cielo.

He aqui
que veo 
a los valles abajo
rincones del fondo.
Y más allá del celaje,
el cielo azul y profundo,
nuevamente,
el renovado 
brillo del sol...
En el bullicioso
silencio...

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 22 de diciembre de 2017

Necesidad

Si acepto este silencio
    es para escuchar a tu corazón/
mientras descanzan sobre mi cabeza
    tus manos
        tus mejillas.

Si necesito este silencio
    es para escuchar tu voz/
que murmura
    no se qué tímidos sonidos.

Si quiero esta lluvia/
es para que se convierta
    en una muralla de libertad
        que nos oculte del mundo.

Si tengo esta melancolía/
es para desagitar la tristeza
    de saber que te irás.

Si necesitara la soledad/
no sería para estar solo/
sino para buscarte/
hallándote aquí/
dentro de mi pecho.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 14 de diciembre de 2017

A contraluz

Plena tarde
donde, allá,
rumora el bullicio
y aquí el silencio...

En la costura de su luz
se hilvanan los pasos
ahí, donde bulle la vida,
aquí la calma.

Tarde plena,
donde danzan
en vuelo del aire
sus trinos...
y aquí bucea
el pensamiento
en el torrente
del corazón...
Remecido
en lo oscuro
les saluda,
desde su luz,
y contraluz...
de su alegría
y su tristeza.

A la soberbia
del día
lo ha vencido,
en su quietud.

Autor: Juan C. L. Rojas

domingo, 26 de noviembre de 2017

Que nadie duerma (Nesun dorma)

Nadie duerma (Nesun dorma)

(Príncipe desconocido)

¡Nadie duerma!
¡Nadie duerma!
Incluso tú,
oh Princesa,
en tu fría estancia
miras las estrellas
que tiemblan de amor
y de esperanza.

Mas mi misterio
está encerrado en mí,
¡mi nombre nadie sabrá!
No, no,
¡sobre tu boca lo diré
cuando resplandezca la luz!
¡Y mi beso
disolverá el silencio
que te hace mía!

(Dicen las estrellas)

¡Su nombre nadie sabrá,
y nosotras deberemos,
ay, morir, morir!

(El príncipe desconocido)

¡Disípate, oh noche! ¡Ocultaos, estrellas! ¡Ocultaos, estrellas!
¡Al alba venceré!
¡Venceré!
¡Venceré

De la ópera Turandot de Giacomo Puccini

https://youtu.be/pWffUAg8zyc

martes, 31 de octubre de 2017

Misil de sombra

Misil de sombras

Luz inmóvil
   puliéndose en las hojas.
Luz inmóvil/
donde se adentra mi cuerpo
   hecho un violento misil de sombras.

Se encadena en mi corazón
   en la fragua del sentimiento/
y para siempre
cierro mi boca en el silencio.

Asperamente me abraza
   este arco verde.
¡Tallo vivo que se tensa!
   vaciando en los confines
      aljabas de pasión.

Luz inmóvil/
Espectral/
...¡Desorbitados cielos!
¡Atónitos cielos
   de incierta veracidad de la verdad!

Y esta luz inquieta me baña estupefacta...
¡Inquieren de mi
   sus ojos sinusoides
en su cuerpo intangible!

¿Dónde aprendiste
   a andar sobre las aguas?
Me pregunta.
¿Cómo fueron piedras los pantanos
   bajo tus pies?

Frente a tus propios ojos
   (respondí)...
anduvieron colibríes
   danzando sobre camalotes.

¿Cuál es tu pregunta al fin
   luz universal
que atraviesas el orden
   de eternos errabundos?

¡Luz inamovible!...
   que te pules en las hojas.
Luz inmóvil
   donde se adentra mi cuerpo
mi alma...
hecho un violento misil
   sólo de sombras.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

http://remerofantasmal.blogspot.com.ar/

martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 20 de agosto de 2017

Amor de sólo amar

Amor de sólo amar

Aquí
en este silencio
donde la lluvia borbotea
su palabra rumorosa
sobre las techumbres,
yo,
pronunció tu nombre...

Y quién como yo
que te piensa
sin hilos de dobles puntadas
ni con quereres sin amores...
ni lo que dejas ni lo que llevas,
sólo con amor
de sólo amar...

La madrugada oscura
asume su destino inevitable
de luz en el mañana...
aunque no nos diga
en qué punto de la vida estamos
si acaso es tejer o destejer,
si acaso
ya ni vives
en el día posterior.

Sabemos,
en el conveniente silencio,
los bueyes con que aras...
¿O siembran malezas tal vez?...
Cada uno es dueño del poder
con el bastón y el intento
hasta donde la vida dé,
y diga ¡basta!...

Allí sigues y aquí yo
en esta danza misteriosa
de vivir
sobrevivir
mientras la lluvia
metáfora plena
golpea
desde los ojos oscuros
de la noche,
sobre esta noche,
de la tristeza aciaga
del mundo,
del nuestro.

Autor: Juan c. L. Rojas

#amor  #vida

https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=amor

domingo, 16 de julio de 2017

Ronda una tristeza

Hay una tristeza oscura
    que ronda este silencio/
Y sus hombros se resignan...
    como se resigna la tierra 
        bajo el cielo de las lluvias.

Hay una tristeza que encierra
    la voz callada de los gritos/
del amor/
    sin matriz para la luz.

Ronda una tristeza que respiran
    jilgueros acallados/ 
Tristeza de los labios 
    sin la plenitud tranquila de los besos/
del cariño 
    sin las manos del abrazo/
de la distancia
    en la cripta de signos olvidados.
Perfuma los rostros 
    el humo azul 
        quemado en nuestros pechos/
cuando clava el tiempo
    su puñal
        marcador de la partida/
Cuando deja    /inconclusa/ 
    la furtiva sed de la pasión. 

Autor: Juan C. L. Rojas

sábado, 8 de julio de 2017

Inspiración

Inspiración

Retomando sortilegios
y una canción entre la sien...
Cantando va la herida,
la vida
el verso...
Una coma acidulada
pone su tinta
en la grafía  del silencio...
que de impotencia,
acicala
su trampa traicionera.

Así es
que en la orilla de un poema
una espuma desahoga
y tras la ola
la brisa de la calma.

Sorteando...
diluyendo  vas
alguna pena atrevida
en un vino amargo
seco y fuerte,
y al final,
en tu mesa
de escribiente
y de tristeza
te visitan las estrellas.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=estrellas

viernes, 30 de junio de 2017

Olvido

Ahora mismo es/
que parte la luz rumorosa
desde el acuoso seno del vaso
donde ¡huyen las burbujas lerdas!

El celular
late y late
en sus serpentinas de cobre,
en su corazón de electrones,
esperando las ondas
de la voz ausente.

En móvil de amor
es que salta
la pasión de la espera.

La mesa se acurruca
en un rincón del frío
tras el cristal indiferente...
mientras la hoja en blanco
murmura su chisme,
casi besando,
los labios del lápiz.

Suele ser eterno
el abrigo de papel,
y de versos,
que cantan adormecidos
en su silencio  de abismos.

La lluvia cae
burlona y constante
haciendo un festival
de bailarines minúsculos
sobre el asfalto.

Espera la espera...
Un solo afán de esperanza...
Y la lluvia que sigue
y sigue
y más de prisa
corriendo su telón de repente
cuando la hora inesperada
cierra su tic tac
en el punto justo
del olvido.

Juan C. L. Rojas

OLVIDO
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martes, 25 de abril de 2017

viernes, 24 de marzo de 2017

Heridas y derrotas

Hiere el adiós
    como un hacha etérea/
Cuando cae su filo
    invisible y cruel.

Se deslizan entre sí las manos
    /rozándose/
hasta el último contacto
    en la punta de sus dedos...
        /despidiéndose/
Sólo un café amargo queda
    para endulzar esta melancolía.

La ansiedad construye
   sus alas temblorosas
        que torna a la ternura
            torpe y sin sentido.

Cuando se aquietan mis manos
    frías    y distantes de tu piel
no sé si es tal su conquista
    como el derecho de mis dedos
        en tus senos solazarse.

¿Por qué estos pasos míos/    tercos/
    van con vos hacia la cima incierta
si yo bien sé
    que volverán rodando en la pendiente
tras el golpe cruel de lo imposible?

Eslabones perdidos de historias quedan
    en la cadena de la vida/
Suenan/
    como heridas y derrotas
y como siempre... ¿hasta cuándo?

El débil cordón de plata que nos une
    se funde cada tarde
        en la flama dolorosa del adiós.

¿Es sólo fugaz aventura de un sueño
    lo que me marcan tus ojos   
        cuando juegan su ironía en la sonrisa?

Arremete a veces el secreto punzante
    de tu palabra abrupta y callada/
¿Me dice, acaso, su silencio
    lo superfluo...
        lo imposible de este amor?

Autor: Juan C. L. Rojas