Todo es uno.
Hay un hilo conductor que relaciona a las partes con un todo.
Pero las partes deben hallar una consciencia del Todo...
Un poco de aquí y de allá.
Tu boca es dulce como es tan dulce la uva madura
no la comparo por su dulzura ni con la miel
dentro de mi alma tú derramaste su gota pura
y desde entonces con desvaríos yo me quedé.
Para mi angustia comprendo ahora que aquella noche
de luna hermosa, en una fiesta te conocí,
porque al amarte con ansias locas, hasta en mis sueños
como despierto, deseo tu boca con frenesí.
Tu roja boca tan semejante a flor de rosa
mi sed ardiente con su rocío suelo apagar
y me revive con su perfume de mi congoja
porque de nuevo en esta vida pueda gozar.
Que todo el mundo hable y murmure, esto lo digo:
mi vida entera he de perderla detrás de ti,
hasta el infierno me queme el alma lo he decidido,
la miel gloriosa que hay en tu boca por conseguir.
Hallé en tu boca el dulce nido de mis amores
del cual yo llevo sobre mis labios la fresca miel
dichoso el hombre que por fortuna pueda libarla
o en cambio siento que nunca pueda ser para mí.
Y al ser llevado por mi destino hacia otras luces
también yo llevo dentro de mi alma de su sabor
y en mi frente con tu fragancia se han hecho cruces
aunque me olvide ya para siempre tu corazón.
Versión en español de Héctor Isaac.
Letra original, autor: Emiliano R. Fernández
Música: Mauricio Cardozo Ocampo
EN GUARANI:
Nde juru mbyte (En medio de tu boca)
Nde juru mbyte parral ajúicha he?ê asýva
ma?erâ voípa ni ku eiretére ñambojoja
hykueremínte che korasôme remondykýva
ha upe guivénte âkâvaípe kóicha apyta.
Che angaiparânte nipo ra?e ako pyharépe
jerokyhápe ñasaindymíme jajesape
aikohaguâma upe guivénte opa che képe
che paypeguáicha nde jurumínte ajerure.
Nde juru mbyte rosa potýpente ojoguaitéva
iñakynguépe omboguepáva yuhéi asy
ha hyakuâmíme che mba?asýgui che moingovéva
aiko haguâ ko mundo porâme avy?a jevy.
Toime oñe?êva, toime ipochýva: che ko ha?éma
nde rakykuéri añehundíta kuñataî
aña retâme achyryrýne che akâme oikéma
chéko amuñáta he?ê mbochýva nde jurumi.
Nde juru mbyte che mborayhúme ohaitypóva
kóina araháta ko che rembére ijeírakue
ovy?aiténe hese okambúva ambue yvypóra
la ambyasymíva nachemba?éita araka?eve.
Ha ahakuévo ku mombyrýma che rekoháre
kóina araháta che angapýpe he?ênguemi
ne ryakuângue katu ikurusúta ko che syváre
jepéro nde nderesaráimane chehegui.
Letra: Emiliano R. Fernández
Música: Mauricio Cardozo Ocampo
Husmeo en la historia. Humanidad Vientos perdidos. El cortejo real de la miseria. La mutilación de la carne y del espíritu.
El Hombre es rey extraviado de su reino.
Musas de los tiempos colgadas en el aire tirada de conceptos y de formas sin sustancia. ¡Tan baja su estatura que jamás alcanzarían a las estrellas!... ¡Los hombres caen al mar de su arrogancia!
Un poco más de construír es la oración del justo. Romper/ es la consigna en aras de fetiches y blasones de corruptelas y patriotelas.
Fieles a la idiotez sucumben en las rompientes los astros del polvo.
No recuerda el Hombre cuándo ha nacido su estúpida razón de alzar la espada/ de levantar la frente dañina y altanera.
La libertad se arrastra enredada de pañales. Cautivo el Hombre en su prisión. Su más grande prisión/ Su propia mente. El aposento más útil a sus cadenas.
Desde su ego crea fronteras para sí/ Para su ego. Luego en su limitación llora frustrado ...y perdido.
Descubro,
me cuentan,
que desde algún rincón
me mira me observa,
como a estatua,
que a veces
parece viviente...
que ella, ignota de mi,
traza rasgos
de este desconocido...
y que,
a su voluntad
resbala formas
y luces
con el grafito.
Me sorprendo
me intriga...
¿Quién... y qué habrá de bocetar
de tan yerto ser
pétreo
cristalizado
de sueños inconclusos?
Me sorprende
me divierte
tanta audacia
¡tanto riesgo!
treparse
a un monte
calamitoso
de sangre
y espíritu.
Tanto riesgo
de asumirme
en su tiempo
que dorado
pudiera ser
y acaso no...
Respeto
su secreto
que yo sé
y no sé,
y la dejo
como a causas
y perdidos azares,
dijera Silvio...
Pero yo la olvido y no,
la abandono de recuerdo y no,
como a esos pétalos
que dibujaron con color
a la vida,
la que fue
y la que va,
sonriendo en el aire
sus piruetas,
para perderse
entre hojarascas vencidas,
dijera yo...
El café
está silencioso
en su murmullo
y no sé si está
ella
lanzando trazos...
Como en ese desconocer
desde horizonte a horizonte
que se pierde
en cada luz
en cada ser.
La dejo que sea
como sea
y me olvido,
aunque
me he preguntado...
¿Qué luz le habrá puesto
a mis ojos adormecidos?
¿Cómo habrá pintado
las batallas en mis brazos?
¿Cómo habrá hecho
avanzar,
mi frente
hacia mis sueños
acaso los suyos
en el alma,
desde el alma,
vencida?
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
¡Ay, del que observa a la belleza, aquella que siembra su condición de ser del derecho y del revés! Es belleza lo que derramas desde la lumbre inquietante de tus ojos... ¿Una visita de luz acaso llegando al centro de mi corazón en gozo?... ¡Tu belleza no amenaza!... Directamente atraviesa mi ser con su propio paraíso germinando en mi desierto... Es así0 el manantial que bebo... de tus lejanías que me cercan, y acercan en la ventura del latir... del batir de estas ondas que me llegan en suspiros de alas desde tu boca pequeña agrandándose en el beso... desde tu piel perfumando la mía en ósmosis cálida y etérea que envuelve a mi pensamiento desde todas tus bahías y confines, sustentado de ternuras. Tu ceño liso de impiedades se apoyan en mi frente en preludio grato, pasional, del beso inexorable... Y mientras, ¡cantan!... cantan las formas, la curvas que danzan, en el fuego del sueño del amor sin distancia ni de cielos ni de mares... Sin confín de lo posible. Autor: Juan Carlos Luis Rojas
Antiguo arriero de peces, dorado río,
por tu camino de siglos bajando vas,
desde donde su farol enciende la luna hasta las islas frutales del litoral.
Sus soles tus lomos queman en el estío,
barrancas, islas y playas te ven pasar,
arriba lames las garras de ariscos pumas
abajo reflejas luces de la ciudad.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná.
Asoman en tus riberas como otros días
las bellas formas trigueñas del guaraní,
pero revive en el alma de los isleños
la raza vieja que otrora reinara allí.
Quien fuera, me dijo un día mirando el río,
como las aguas tranquilas del Paraná,
que no conservan las huellas de los navíos,
y así las penas del alma poder borrar.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná
(Polca canción)
Letra y Música: Edgar Romero Maciel - Albérico Mansilla
"Agua y sol del Paraná"
Por el rio Paraná,
aguas arriba navego.
El sol quema como fuego
en la siesta litoral.
Bordeando el camalotal:
pacu, surubí dorado
van navegando a mi lado
por el rio Paraná.
La canoa lenta va
hiriendo el pecho del río,
sauce triste, ceibo mío,
en sus orillas está.
Azul el jacarandá,
aromó sus ramas de oro,
derramando su tesoro,
sobre el río que se va.
El agua me ha de llevar;
nadie sabe hasta que puerto;
hay solo un destino cierto:
la pampa amarga del mar.
Viejo río Paraná:
aguas marrones y bravas
y en lo alto crestonadas
no terminan de silbar
Tristeza me da el ceibal,
sangrando sobre el verano:
si parecemos hermanos,
en el modo de llorar
Ya mi canción se me va,
aguas abajo del río,
mientras sigo mi destino
remontando el Paraná.
Rio arriba, rio va
contra la oscura corriente
agua y sol sobre mi frente
agua y sol del Paraná.
Letra: Miguel A. Brascó
Música: Ariel Ramírez
El jangadero
Río abajo voy llevando la jangada,
río abajo por el alto Paraná.
Es el peso de la sombra derrumbada,
que buscando el horizonte bajará.
Río abajo, río abajo, río abajo:
a flor de agua voy sangrando esta canción.
En el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón
Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.
Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá.
Voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la sangre con el agua se me va
Banda, banda; sol y luna; cielo y agua:
espejismo que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua:
me devora la pasión de navegar.
Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
conn el anhelo del agua que se va.
Letra: Jaime Dávalos
Música: Eduardo Falú
"El Paraná en una zamba"
Brazo de la luna que, bajo el sol,
el cielo y el agua rejuntará.
Hijo de las cumbres y de las selvas,
que extenso y dulce recibe el mar.
Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio, donde el verano
despeña toros de barro y miel.
Mojan las guitarras tu corazón,
que por los trigales ondulará.
Traen desde el Norte frutal la zamba
y a tus orillas la dejarán,
para que su voz, enamorada de la luz carnal,
arome tus mujeres, Paraná.
En campos de lino recobrarás
el cielo que buscas en la extensión.
Padre de las frutas y las maderas:
florece en deltas tu corazón.
Verde en el origen recorrerás,
turbio de trabajo la noche azul
y desde la luna, como un camino,
vendrá tu brillo quebrando luz.
Río Paraná:
Tu brisa fresca respirando yo estoy.
Y canto al verte, tal vez por suerte,
cruzando el puente Brazo Largo
Y al ver tus costas verdes
en un sin fin perderse,
sentir estoy deseando lo que
sienten tantos,
que tus márgenes habitan.
Cantaba al remar, en su canoa a
ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río querido.
Cantaba al remar,
en su canoa a ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río Argentino.
Río Paraná.
El río me dirá si aún existe
con su voz de cristal entre las flores
él me ha visto en sus aguas endiosadas
y ha borrado de mi piel la oscuridad.
Tan lejos estoy de estos
paisajes tan lejos de su amor y su bondad
que parece que es delirio mi deseo
de borrar esta niebla de orfandad.
Y volver de nuevo a aquellos días
a mi río, a mi selva montaraz,
caminar de nuevo entre las flores
en las costas del bravío Paraná.
Jorge Cafrune
Noches isleñas
Noche, ¡oh noche de luna bella!,
poblada por mil estrellas baña las aguas del Paraná.
Noche, ¡oh noche de dulce ensueño!,
que sos para el triste isleño fiel compañero en su soledad.
Noche, ¡oh noche que al alma hechiza!,
tu suave rumor de brisa tiene frescura de manantial.
Se eleva hacia el infinito un canto agreste y sentido:
un canto que ha florecido entre ceibos, sauces y flor de azahar.
Brilla el Paraná bajo su fulgor.
Noche de cristal; noche de ilusión.
Aguas que se van para no volver,
llevan con su andar mi hondo padecer.
Noche, ¡oh noche de luz y calma!
haz que ilumine mi alma la claridad de tu resplandor.
Noche, ¡oh noche de tenue encanto!,
no dejes que sea llanto lo que me impida ver tu esplendor.
Noche, ¡oh noche, que ya te alejas!,
escucha la triste queja, la voz doliente de mi ansiedad.
No dejes que se malogre el fruto de tanto empeño.
No olvides al pobre isleño que sufre y canta en el Paraná.
Brilla el Paraná bajo su fulgor.
Noche de cristal; noche de ilusión.
Aguas que se van para no volver,
llevan con su andar mi hondo padecer.
¡Noches. Noches isleñas!
Letra y Música: Pedro Sánchez
Acuarela del río
Un canilla poí una balsa, (Poí , del guaraní, flaco, fino)
una guaina, una flor en el río, (Guaina, chica, muchacha)
un paisaje de cielo
reflejan las aguas del gran Paraná.
Más allá, un camalote va flotando
hacia la orilla que arbolada de sauces
Nos invita a soñar...
Acuarela del río que pintas de luces
mi dulce romance.
En el mundo no hay marco más divino
y bello para nuestro amor, son su sol,
Con sus fúlgidos matices
con su brisa perfumada
en mágico arrebol
de un lento atardecer...
A la deriva el bote va
con mi amada por el río.
Meciéndonos con su vaivén
que acompasa nuestro amor.
Y apoyada en mi hombro
me musita al oído
mientras beso sus manos
completan mi dicha
aromas de azahar.
Acuarela del río (Litoraleña)
Letra y Música: Abel Montes
¡Dulce!
¡Lánguida en ofrenda!
es tu espera
de alma entera
abierta y despejada...
Abierta de ternuras
de tus sueños contenida...
Despejada de temores
en los brazos del amor.
Lazos que llamas,
llamas de anhelos,
que amas con el fuego,
el ardor en el sosiego
sofrenado en las caricias...
en la primera mirada,
cómplice,
profunda,
tierna,
junto al esperado beso
que ferviente de caricias va
conjugándose en los nudos
que enlazan nuestro abrazo,
de labios contra labios
en la boca ensimismada...
De piel contra piel,
donde néctares rezuman
en fragancias
y mieles...
¡Desbocándose
en susurros y jadeos!
y con los ojos puros,
arrinconándote,
amarrándote en dulzura...
Acaso sueña
tu frente limpia
un festival de jardines
a nuestros pasos lentos,
mano sobre mano firmes
aferradas
hacia el confín de nuestro andar
maduradas
al sabor de lo feliz.
Y te brindas
con las gráciles curvas
de tu cuerpo
de tus senos
adelantándose a mi piel
donde laten
en profundas vibraciones
exultantes y abisales
cuando es sembrada
una vez más,
con goces,
los goces,
en ese altar
de la pasión.
¿Sabes?...
Lo sabes.
Que no siempre se trata
de andar el camino,
ni seguir una huella
ni de trotes
ni galopes...
Que no se trata de mirar
hacia algún lugar
que detecte horizontes,
ni en ton anhelante
develar estrellas
entre densas tinieblas...
Y eso lo sabes
cuando vengo hacia ti,
a recostarme en tu cuerpo,
lejos del sendero
a tus pies,
mientras los mios
se refrescan
en el arroyo que pasa...
que pasa como la vida
jadeando rumores
en crecidas y bajas
en olas y espumas
diluida allá
en horizontes de mar...
Mientras tu cabellera obsequia
de oportunas caricias
a esta frente cansada
marcada de auras azules...
mueves, alentadas de brisas
tus formas
de verde sideral...
Allí veo el relumbre del sol,
donde en otros momentos
en el mismo lugar
he visto alienantes negruras...
No se trata siempre de andar,
vivir también es vibrar
en la emoción de sentir,
en un bello instante gozar...
Es momento de paz, este
en que salí del camino
y cerré mis ojos
bajo tu sombra y verdor...
Ahora despejo la bruma
en cósmico silencio...
recupero mi corazón
en tizón encendido,
y bebo la luz copiosa
en tu dulce caudal
de sauce
de sed
y fervor.
Transito este congelado desierto que encadenan las centurias
donde a veces /solo a veces/
salta el chisporroteo de la luz intensa del alma
/del líder que crucifican/
...que enmaderan/
las siempre arrepentidas edades del barro.
Y portero de nubes soy...
Estas nubes que confluyen
en el espacio de mis sombras.
Estas sombras que dibujan al hombre
en su andar de esqueleto petrificado...
Esqueleto que cae al leve roce
de esa hoja de otoño que sesga impávida
la nevada sien de mi canción.
A pesar de la memoria canto/
porque bebo el agua dulce de tus ojos/
Tus ojos que encarnan
el fotón energizado de mis sueños/
mi esperanza.
Es por eso que vivo.
Es por eso que anhelo tus manos
para barrer de luz con tu amor/
estos horizontes oscuros.
Navego este río abrazado a tu cintura/
y me haces ver/
los peñascos alados de verde
en aquella ribera.
Litoraleña herencia me deja fluir
manso o bravío en este torrente.
¡Es a luz lenta que se construye la noche!
en esta carpa rudimentaria/ convaleciente templo/
anegado santuario de esta colectiva conciencia
desatinada y torpe del mundo.
¿Aguerrido me ves?
...comprende que es por tu corazón
que es fuerte el mío/
...y si hay gloria en mi frente
fue de tus manos
que ha brotado el laurel.
¡Oh , cuánto ganaría el mundo
si le hiciéramos perder
sus profundas soledades!
Dame tus brazos entonces
para marchar
entre esta confusa contienda/
y en este celo y deseo
otros tal vez
se unirán.
Por fin
detuve un momento
mi traviesa locura de niño.
Tras un golpe contra el horizonte, pude bajar
del caballo desbocado
que espolearon mis sueños.
Volví entonces mis ojos
de esas llanuras sedientas...
aquellas que insuflan
anhelos ardientes en el corazón/
¡Candor del pecho/
buscador de montañas imposibles!
Volví mis pasos.
¿Se rindieron acaso?...
Se aquietaron
para envejecer aún más
su cansada esperanza.
A mi espalda
vi un mar gris opaco/ brumoso...
¡Tantos ojos marchitos!
Vi a la pasión anhelante.
¡Ella era/ es/
el combustible del sol
quemando las alas de la vida!
Regresé del camino de la ilusión
tras la cortina lluviosa de las lágrimas.
Caminé sobre continentes antiguos
de sueños perdidos.
Amarrado en sus puertos
había barcos en cenizas humeantes.
Dejé en cada altar de sus mástiles
la bendición de un suspiro
y en el último
la rendición de mi espada.
Monté otra vez
con humildades nuevas
con tristeza dura/
con rumbo incierto/
El trote es leve.
Un río de manso fluir
sin medida del tiempo.
Sobre mi frente
caen sin cesar
(del oscuro arpegio de la noche)
guiños amables
de mis nuevas estrellas.