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domingo, 18 de septiembre de 2016

En un sin fin

Los álamos destilan su savia
cuando pasas...
cuando ante ellos,
entre el aire roza tu cuerpo...
Calidez rara de bronce es tu piel
que dibuja sus tiernos senderos
en estas tierras
donde alguien te canta lejano.
Verde lumbre
sonríen tus ojos
y me hieren dulcemente
si me atengo
a su clara faz
de lago transparente.
No sé que busca mi alma
cuando se adentra en la tuya...
No sé qué festiva visión
imaginan mis sueños..
Sólo te miro...
Como aletargando mis días,
mis horas,
mi muerte...
Y la poesía es quererte
que es lo mismo que soñar
que resulta tangible el vivir...
¿Será que me invades con tu ser
de ángel y demonio,
por decirlo así,
para este pensamiento
de bardo y romancero...
y es por eso
que pierdo la voz
que desorbita acaso
de mundos racionales?
Se que sentirás,
tantas veces,
a las alas del rocío
insufladas de azahares...
y querrás beberla
de una sola inspiración...
Cobrarás consciencia
que tus ojos hondos
estallan felices,
en el brillo misterioso
de esa oscuridad
donde sueñas...
Debes saberlo entonces,
que sólo es mi pecho
que te envuelve,
que te cubre
cual un raro universo
de anhelos fervientes
que en la fuente palpitante
se acrisola...
Tu boca pequeña
y voluptuosa
se abre,
deliciosa y susurrante
en el ávido beso...
¡Amalgama es!
de formas concurrentes,
de cóncavos y convexos
recurrentes
que hienden,
succionan,
transitan,
bajo las auras
de tu piel,
de la mía...
Sedientas,
suben
bajan
por montes
y manantiales
consumiendo
en un sin fin
los más caros deleites
abriéndose
a la libertad
de aire
de fuego
de pasión y simiente.

http://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=vivir

viernes, 19 de agosto de 2016

Atavío de la noche

Te pienso
y canta mi pensamiento...
¡Que noches tan bellas
han de ser
las noches que te cobijan!
Noches que me dan alas...
susurros
caricias de brisa calma...
Alas con que vuelo
sobre columnas
de olas espumantes...
Caricias de sus brillos
que me anticipan
el dulce cantar de tus manos
haciéndo cielo
sobre las mías...
Esa noche que te posee
con sus encajes
de lujuriosas diademas,
con su cetro firme
correspondidos a la pasión
en el reino hospitalario
de Eros,
donde mi ego transita...
Allí tu falda luce
con lustres y geometrías
ciñendo tus muslos,
tus formas,
rincones de los altares,
en curvas diseñadas
de cóncavos y convexos,
en hidalguía de la hermosura.
Las cintas de raso...
de lazos relucientes
que te rodean
acarician,
ciñen, bellos domos
y tus dorsales...
alegorías son
de mis anhelos
rodando
en el vórtice azulado
de las tormentas.
¡Qué me dirán tus sueños
lejana fuente!...
Tus sueños que conozco
en su piel desnuda.
Tus sueños que intuyo
desde esos vientos
de mar y contramar
que nos azotan...
¿Tendrá acaso
algo más para decir...
una pequeña voz
lanzada
hacia esta yerma desolación
que de tanto saberte
amenaza su siembra
de un nuevo florecer?
Voy a traerte
en el amanecer de mis versos
sobre el atavío de la noche
en la cúspide floreciente
de la boreal aurora
donde tangible llegas
aquí
sobre la luz con que te miro,
aquí
alborotando espacios
sobre mi pecho,
cuando a mi boca,
dulcemente,
la silencias con tus besos.

domingo, 14 de agosto de 2016

Confín

¡Ay, del que observa
a la belleza,
aquella que siembra
su condición de ser
del derecho y del revés!

Es belleza lo que derramas
desde la lumbre inquietante
de tus ojos...
¿Una visita de luz acaso
llegando al centro
de mi corazón en gozo?...

¡Tu belleza no amenaza!...
Directamente
atraviesa mi ser
con su propio paraíso
germinando en mi desierto...
Es así0
el manantial que bebo...
de tus lejanías
que me cercan, 
y acercan
en la ventura del latir...
del batir de estas ondas
que me llegan
en suspiros de alas
desde tu boca pequeña
agrandándose en el beso...
desde tu piel
perfumando la mía
en ósmosis cálida y etérea
que envuelve a mi pensamiento
desde todas tus bahías y confines,
sustentado de ternuras.

Tu ceño
liso de impiedades
se apoyan en mi frente
en preludio grato,
pasional,
del beso inexorable...
Y mientras, ¡cantan!...
cantan las formas,
la curvas que danzan,
en el fuego
del sueño
del amor
sin distancia
ni de cielos
ni de mares...
Sin confín de lo posible.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

martes, 2 de agosto de 2016

Altar de la pasión

¡Dulce! ¡Lánguida en ofrenda! es tu espera de alma entera abierta y despejada... Abierta de ternuras de tus sueños contenida... Despejada de temores en los brazos del amor. Lazos que llamas, llamas de anhelos, que amas con el fuego, el ardor en el sosiego sofrenado en las caricias... en la primera mirada, cómplice, profunda, tierna, junto al esperado beso que ferviente de caricias va conjugándose en los nudos que enlazan nuestro abrazo, de labios contra labios en la boca ensimismada... De piel contra piel, donde néctares rezuman en fragancias y mieles... ¡Desbocándose en susurros y jadeos! y con los ojos puros, arrinconándote, amarrándote en dulzura... Acaso sueña tu frente limpia un festival de jardines a nuestros pasos lentos, mano sobre mano firmes aferradas hacia el confín de nuestro andar maduradas al sabor de lo feliz. Y te brindas con las gráciles curvas de tu cuerpo de tus senos adelantándose a mi piel donde laten en profundas vibraciones exultantes y abisales cuando es sembrada una vez más, con goces, los goces, en ese altar de la pasión.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 14 de julio de 2016

Conjugandote

Así
sobre lo tibio fértil
del lecho
desparramada
desparramándote
a gusto y por gozo
alborotada
alborotándote
Así
señora que ha de amarse
bienamándose
desde afuera
hacia adentro
en lento fuego
intensamente
desde adentro
y hacia afuera,
en sortilegios
desmedidos,
en ósmosis
de huracanes
perdiendome
ya en tu piel
ya en tus senos,
adentrándome,
en flujos
del influjo,
de mi fluir
calidamente.
Así
a sorbos
absorbiéndote.
Así
derretida
y derritiéndome...
¡derramándome!
en la cúspide final
donde lo fluir
silente
truena en alborozo.
en júbilo de estrellas
sobre el brillo
festivo
de las lágrimas,
asomándose,
cayendo,
amándose.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas



jueves, 30 de junio de 2016

Entre luz y sombra

Ver en vos
más allá de la luz,
más allá de las formas y colores...
Lo des-lumbrante.
Allá detrás,
por debajo,
y en las sombras
donde brota la poesía...
Allí donde suman y rezuman
los misterios...
Aquí veo sin embargo,
siento,
siento en mis dedos,
sobre tu piel,
el cálido asiento de tu collar...
Digo modestamente
cálido...
Ese colgante
que liberarse quiere,
y desde la orla sobre tu cuello
intenta subir a tus valles,
hacia las dunas,
para asumir victorias en sus domos...
Dunas
¡lunas asomando
tras la cordillera misteriosa
de tu ser!...
El lunar,
celoso guardián de tus labios...
¡Labios!...
¿Que artista lo diseñó
con la inspiración de lo sensual?...
Sutiles ellos,
hermoseando,
como fino escabel,
a la cruz vivaz
de tu rostro.
¡Cuánto dirán tus misterios,
cuántos susurros tus labios!
Murmurios en el fondo de tu alma
donde yo
te escucho sinfonías...
o una tormenta de gritos
silentes
en tu boca,
sazonada mies
en la maduración del panal...
Hay caminos en ello
sorteando desiertos
entre amaneceres y ocasos,
entre el maná de tu vida...
Pero defino que tu boca
es sello azul de la tristeza,
o el sabor de la alegría,
que apetece
lo que quiere recibir
lo que puede dar
¡lo que habría de darme!
Más allá,
de sí mismo.

jueves, 23 de junio de 2016

Mis versos

Aunque canten pasión...
pasión de amarte,
de amarte en fuego...
¡suaves flamas son!
brisas del viento
gestando la hoguera.
...Son voces
que se se hamacan
en las curvas de la luz,
que anidan en tu cuerpo,
que tienen calor de piel,
que tienen en sus playas
la vehemencia de la lluvia
y la lluvia desde mi ser.
Caminan entre ladrillos
y en el brío de los zanjones,
se pierden entre gramillas
entre la vasta extensión
de penas y de riquezas
de pobrezas y alegrías.
Nadan en un confín rodante
en la mar de los sonidos,
en lo infinito de la nostalgia...
Y a veces se pierden en tu senos
en fruicción de poesía y travesura,
esperando tus goces en cada letra,
en cada centella de mis dedos
navegando sobre tus auras.
Mis versos son aquellos
de los que prescinde el mundo,
los que se bastan con su son y ser
en la veda de su rima,
sin ton ni son de su ritmo,
y sea que acaso suenen
en las canciones
del más quieto silencio
en vos
o en mi.

domingo, 12 de junio de 2016

El beso aquel


Y poner el sello en tus labios
quisiera y acaso pudiese...
cuando mi boca bebiese de su cáliz
y donde mi lengua entendiera,
del sabor de luz y dulzura en su cántaro...
Que en un movimientos de ríos
unifiquen
sus sales
victoriosas
y cual sauce
el movimiento alear
de tu cabellera vertida
acaricien las aguas libadas
que sobre arrobada piel...
¡allí van en deleite!
¡Adormecerme!
en tu rostro dormido...
en tus ojos
a media luz del ensueño.
Acaso sentir de tu pecho
sus tibios domos lunares,
de tu cordillera,
estallando en el mío.
Y qué dira
aquel fondo
misteriosos
de tu mirada
donde un anhelo anida
y donde un deseo vehemente
atiza
de hermosa esplendencia
su luz.
Como niña que espías
tu ventanita en azul
donde desbordan tus ojos
sonrientes de asombros
y de luz incipiente
de piel que nace al amor.
Así es
que se arraciman tus labios
se arrebujan en sus comisuras
inquietos
esperando,
esperando,
el beso aquel
que nunca llegó.

martes, 17 de mayo de 2016

Rubores de aurora

Oh, raro evento que jugando
te meces en mi pecho...
que, rubores de aurora
se abren como rosas
en este, mi anochecer.
Desde tu piel que sonroja
y matizas en fucsia atuendo
para hacer que las estrellas
paladeen tu hermosura.
Y acaso me mires
y completes el hechizo.
Y acaso murmures
y me digas tu sentir.
Que en un suspiro liberado
sueltes las alas de tu amor,
vuelo hermoso que no retengo,
y con esta dicha de mirarte
germine un brote hacia el alba
ya henchido el pecho, del amanecer.
Tus labios, que son sendas de la miel
se ajustan en la sonrisa de tus ojos
en la picardía vibrante de tus pechos...
¡Allí yacen, en la memoria de mi boca!
Donde tus rizos, trigo acariciante,
se deslizan en laderas de mis muslos
que no son los tuyos de ávida fortaleza,
bellas columnas en el templo de Eros,
devorando, sus naves y abadías
elevándome de gozos y victorias,
sien alerta y sensible de mi espíritu.



viernes, 13 de mayo de 2016

En Paso del Rey

Ya estoy con mis amigos (familia), acomodándome, por ahora, en Paso del Rey...

Desde Paso del rey
Es un horizonte verde,
de arboledas que se pierden bajo el cielo azul.
Mientras pintan la mañana,
dos torcazas que se aman y descubres tú.
Un perfume a sol y a menta,
y casi sin darte cuenta te descalzas, y el rocío
te acaricia como un niño.
Aquel que fui paladeando miel,
cuando era feliz en Paso del rey.
Sobre tus tejados rojos, se deshacen los despojos de mi juventud.
Cielo de mi primavera,
cantarillo que aún esperas, truco, escoba y mus.
Vuelvo juventud temprana,
a tus grillos y a tus ranas, al amigo más querido,
al adolescente herido.
Aquel que fui, desvelándome,
por una mujer en Paso del Rey.
Quiero ver crecer el cardo,
rama a rama sobre el barro hasta abrirse en flor.
Y a horcajadas sobre un pino,
ver el fondo del camino y olvidar quién soy.
Aunque sea por un momento,
sólo por beber el viento, remontar el puente, el río,
ser la piel de lo que he sido.
Aquel que fui paladeando miel,
cuando era feliz en Paso del Rey.
Autor: Victor Heredia



jueves, 14 de abril de 2016

Río Paraná, despierta poesía

Viejo Paraná
Antiguo arriero de peces, dorado río,
por tu camino de siglos bajando vas,
desde donde su farol enciende la luna
hasta las islas frutales del litoral.
Sus soles tus lomos queman en el estío,
barrancas, islas y playas te ven pasar,
arriba lames las garras de ariscos pumas
abajo reflejas luces de la ciudad.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná.
Asoman en tus riberas como otros días
las bellas formas trigueñas del guaraní,
pero revive en el alma de los isleños
la raza vieja que otrora reinara allí.
Quien fuera, me dijo un día mirando el río,
como las aguas tranquilas del Paraná,
que no conservan las huellas de los navíos,
y así las penas del alma poder borrar.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná
(Polca canción)
Letra y Música: Edgar Romero Maciel - Albérico Mansilla














"Agua y sol del Paraná"

Por el rio Paraná,
aguas arriba navego.
El sol quema como fuego
en la siesta litoral.

Bordeando el camalotal:
pacu, surubí dorado
van navegando a mi lado
por el rio Paraná.

La canoa lenta va
hiriendo el pecho del río,
sauce triste, ceibo mío,
en sus orillas está.

Azul el jacarandá,
aromó sus ramas de oro,
derramando su tesoro,
sobre el río que se va.

El agua me ha de llevar;
nadie sabe hasta que puerto;
hay solo un destino cierto:
la pampa amarga del mar.

Viejo río Paraná:
aguas marrones y bravas
y en lo alto crestonadas
no terminan de silbar

Tristeza me da el ceibal,
sangrando sobre el verano:
si parecemos hermanos,
en el modo de llorar

Ya mi canción se me va,
aguas abajo del río,
mientras sigo mi destino
remontando el Paraná.

Rio arriba, rio va
contra la oscura corriente
agua y sol sobre mi frente
agua y sol del Paraná.

Letra: Miguel A. Brascó
Música: Ariel Ramírez








El jangadero

Río abajo voy llevando la jangada,
río abajo por el alto Paraná.
Es el peso de la sombra derrumbada,
que buscando el horizonte bajará.

Río abajo, río abajo, río abajo:
a flor de agua voy sangrando esta canción.
En el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.

Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá.
Voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la sangre con el agua se me va

Banda, banda; sol y luna; cielo y agua:
espejismo que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua:
me devora la pasión de navegar.

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
conn el anhelo del agua que se va.

Letra: Jaime Dávalos
Música: Eduardo Falú








"El Paraná en una zamba"

Brazo de la luna que, bajo el sol,
el cielo y el agua rejuntará.
Hijo de las cumbres y de las selvas,
que extenso y dulce recibe el mar.

Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio, donde el verano
despeña toros de barro y miel.

Mojan las guitarras tu corazón,
que por los trigales ondulará.
Traen desde el Norte frutal la zamba
y a tus orillas la dejarán,
para que su voz, enamorada de la luz carnal,
arome tus mujeres, Paraná.

En campos de lino recobrarás
el cielo que buscas en la extensión.
Padre de las frutas y las maderas:
florece en deltas tu corazón.

Verde en el origen recorrerás,
turbio de trabajo la noche azul
y desde la luna, como un camino,
vendrá tu brillo quebrando luz.

Letra: Jaime Dávalos
Música: Ariel Ramirez

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Río Paraná

Río Paraná:
Tu brisa fresca respirando yo estoy.
Y canto al verte, tal vez por suerte,
cruzando el puente Brazo Largo
Y al ver tus costas verdes
en un sin fin perderse,
sentir estoy deseando lo que
sienten tantos,
que tus márgenes habitan.
Cantaba al remar, en su canoa a
ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río querido.
Cantaba al remar,
en su canoa a ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río Argentino.
Río Paraná.

De Ricado Iorio y Flavio Cianciarulo








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Brumas

El río me dirá si aún existe
con su voz de cristal entre las flores
él me ha visto en sus aguas endiosadas
y ha borrado de mi piel la oscuridad.

Tan lejos estoy de estos
paisajes tan lejos de su amor y su bondad
que parece que es delirio mi deseo
de borrar esta niebla de orfandad.

Y volver de nuevo a aquellos días
a mi río, a mi selva montaraz,
caminar de nuevo entre las flores
en las costas del bravío Paraná.

Jorge Cafrune








Noches isleñas


Noche, ¡oh noche de luna bella!,            
poblada por mil estrellas baña las aguas del Paraná.                                                          
Noche, ¡oh noche de dulce ensueño!,
que sos para el triste isleño fiel compañero en su soledad.                                                        

Noche, ¡oh noche que al alma hechiza!,        
tu suave rumor de brisa tiene frescura  de manantial.                        
Se eleva hacia el infinito un canto agreste y sentido:  
un canto que ha florecido  entre ceibos, sauces y flor de azahar.

     Brilla el Paraná bajo su fulgor.
     Noche de cristal; noche de ilusión.
     Aguas que se van para no volver,
     llevan con su andar mi hondo padecer.

Noche, ¡oh noche de luz y calma!
haz que ilumine mi alma la claridad de tu resplandor.
Noche, ¡oh noche de tenue encanto!,
no dejes que sea llanto lo que me impida ver tu esplendor.

Noche, ¡oh noche, que ya te alejas!,
escucha la triste  queja, la voz doliente de mi ansiedad.
No dejes que se malogre el fruto de tanto empeño.
No olvides al pobre isleño que sufre y canta en el Paraná.

     Brilla el Paraná bajo su fulgor.
     Noche de cristal; noche de ilusión.
     Aguas que se van para no volver,
     llevan con su andar mi hondo padecer.

¡Noches. Noches isleñas!

Letra y Música: Pedro Sánchez






Acuarela del río

       
Un canilla poí una balsa,        (Poí , del guaraní, flaco, fino)
una guaina, una flor en el río, (Guaina, chica, muchacha)
un paisaje de cielo
reflejan las aguas del gran Paraná.
Más allá, un camalote va flotando
hacia la orilla que arbolada de sauces
Nos invita a soñar...

Acuarela del río que pintas de luces
mi dulce romance.
En el mundo no hay marco más divino
y bello para nuestro amor, son su sol,
Con sus fúlgidos matices
con su brisa perfumada
en mágico arrebol
de un lento atardecer...

A la deriva el bote va
con mi amada por el río.
Meciéndonos con su vaivén
que acompasa nuestro amor.
Y apoyada en mi hombro
me musita al oído
mientras beso sus manos
completan mi dicha
aromas de azahar.

Acuarela del río (Litoraleña)
Letra y Música: Abel Montes
   







viernes, 26 de febrero de 2016

Ventanas

Disculpa
pero esa mirada
con que me miras
deseo consumirla...
atiborrarla en besos.

Entiende por favor,
¡consumirla!... 
en el buen sentido,
con mis ojos de sentirte,
con el sabor deseante,
el deseo bien nacido
y bien humano,
con el placer de amar
con la bendita licitud
del fuego de amarnos.

Y es que,
 además,
tus ojos bajan
envolviendo tu ser
con el papel de la ternura
con la tersura abierta
de la justa calidez
encerrada en tu piel
en las crujientes alboradas
donde sueñan las esperas...
y lo entregas a mi alma
a través de mis ventanas
que así, también te miran
y en sí mismo,
consumiéndose van.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 31 de enero de 2016

Lumbre de amar

                                                 Imagen de internet: 
                                                 https://josamotril.files.wordpress.com/2011/05/amantes.jpg
La madrugada detiene
su ser
de luces y sombras 
para ser en el tiempo amante
tumultuoso silencio y vorágine,
rodando sobre tu ser,
donde el vuelo del sueño
ha descendido
sobre el fuego,
y la lumbre del amor...

La noche
ha derramado sus encantos
misteriosos
en cálido fluir
de jadeos y susurros...
en rebeldía de la pasión que vuela
a ensayar la prueba
en tu desafío y entrega...

Es la pasión
que espera,
que sueña,
el entalle 
de cóncavos 
y convexos
que encienden
las cálidas curvaturas 
en las auras hechizadas de tu piel
y así
ha sido,
tu cuerpo,
como la tierra
devorando a la lluvia
que ahora navega
feliz
en los suburbios
alados
de su sangre,
para brillar,
en su lumbre vivás
donde nos recuerda
que al fin
es bello vivir.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 22 de enero de 2016

Entre canciones

                                     Imagen de internet: https://i.ytimg.com/vi/k5qk8aKsgFk/hqdefault.jpg

Cayeron los naipes sobre el estrado de la vida
   y mostraron los recursos secretos
      que afilan la punta del destino
         desde la fragua ardiente de la pasión.

Piel de flor
   lozana de alegría y plenitud
       ¡tiemblas!
Bajo la fuerza tierna del abrazo.

Mientras/
    la tarde reparte
      brotes perfumados de amor...

Tarde santa de esperanzas
donde los anhelos alcanzan sus cumbres
   en los pasos del sueño.

Volvemos a sentir la luz
   sobre el campo de la mirada.
Ya ha decrecido la tormenta oscura del dolor.

Canción de hojas.
Canción de ceibos florecidos.
Canción de silencios sobre el espejo del lago.
Canción de penumbras y brasas de sol entre el follaje
   y en el comienzo de la noche nos miran
los ojos sorprendidos de la Luna.

Urdimbre de seda tus caricias
   volcadas en el cántaro fresco
      del placer y de la dicha.

...y detener el tiempo quiere
   el anhelo torrentoso de vivir.
Detener el pulso del reloj quiere
   la cima de la dicha y de la calma
allí donde enseñamos la lección /
aquella que prohíbe
   prohibir el amor.

martes, 19 de enero de 2016

Romances del sol

                                            Imagen de internet: http://fannyjemwong.files.wordpress.com/
                                                                                         2011/05/00620530tum.jpg


Y el viento,
atravesando feliz
la cálida geografía de tu piel
me trae su aroma sutil
en la modulación victoriosa
de fresias y jazmines .

Ascendieron al cenit, mis ojos,
para buscar el punto perfecto
donde miran
apetecibles curvas del paisaje
montes arracimados de pétalos fragantes...

¡Oh, si pudiese abarcar
tu superficie!
palpitar arrebolado
donde el sol
ardiente
construye sus romances...

Contenme en tus senos
de montes estallando,
o en el arrullo
de tu mirada soñadora...
Detenme en tus alas
mariposa audaz,
asido a tu cintura van
mis brazos anhelantes,
de amores y pasiones,
en romances del sol.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


                               Imagen de internet: http://tinyurl.com/j6mcyaf





Romances del solY el viento,atravesando felizla cálida geografía de tu pielme trae su aroma sutilen la modulación...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on sábado, 30 de enero de 2016

sábado, 9 de enero de 2016

Oscuridad

                                     
En las venas de mi sien
  /aletea/
    el rito prolongado de nuestros ojos
      ojos que vuelan
        una vez tras otra
          rayando en las caricias/
      sublimando acentos
           en las preguntas infinitas.

Túneles inquietos/ son los ojos/
  túneles que se ensamblan
    en cópulas de pasión
      vertiginosas           tímidas
        dulces              desesperadas.

Esta vaina oscura/
  oscura de dichas/
    oscura de cantos silenciosos/
      oscura del amor
        que discurre  en las calles...
    se abre a veces
            /se rompe/
        vertiendo del espíritu
          irisada simiente.

La eternidad del dolor
  escapando al bálsamo/
    escapando a la sed de las heridas/
      /escapando/
    hacia la curación final de la nada.

Adolecer
  que hierve adolescente
    en el perpetuo tiempo
      de las manos combativas/
        /incansable/
         candor-candente-del pecho...
      luego discordias
        entre aurículas y ventrículos.

Mientras tanto
  azulino es el sol
    que une a las almas
      con la negrura del día
    y no se encuentran/
      no se abrazan
        ni piel
          ni aliento
            ni suspiros.

La oscuridad nos baña
  a plena luz del sol.
¿Cuándo caerá
  su áspero pigmento
    como nieve derretida?...
Cuando nuestros ojos sepan
  reposar en otros ojos
cuando entibien nuestros besos
  ajena frente
    cuando el corazón hable
      por fin
        sobre el amor.

AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas

lunes, 20 de abril de 2015

Noche rendida

Te hubieras quedado por aquí...
Y no importa que el mundo despierte,
se entere,
o se duerma...
en su ruido
o en su silencio.
La noche se ha rendido...
En nuestra piel se apagó su pigmento.
Pero el día sigue
con nosotros,
en nosotros.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

miércoles, 17 de septiembre de 2014

CUANDO SE QUIERE SE PUEDE. Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono - 16 de septiembre

«Los resultados de estudios científicos recientes ponen de manifiesto la importancia del Protocolo de Montreal. Sin el Protocolo y los acuerdos conexos, los niveles atmosféricos de sustancias que agotan la capa de ozono podrían haber aumentado diez veces para 2050. La acción concertada ha evitado millones de casos de cáncer de la piel.»
Mensaje del Secretario General, Ban Ki-moon, 
con motivo del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono
16 de septiembre.

Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono - 16 de septiembre


Capa de ozono... Cuando se quiere se puede.

Se ha evidenciado una mejoría o virtual reparación...  sin embargo: Se ha resuelto totalmente?
http://www.unep.org/Documents.Multilingual/Default.asp?DocumentID=2653&ArticleID=8864&l=es 




Imagen: Fundación Huerto Los Ayamanes



Primero se trata de reconocer un problema para que exista la posibilidad de hallar soluciones. Es así como ha ocurrido con las acciones para reparar el agujero de la capa de ozono.

Visto e investigado científicamente los daños que estaba causando la falla ocurrida en la capa de ozono, ha llevado a la preocupación mundial, y a la toma de conciencia de muchos, de tal manera que ello ha empujado a tomar la determinación de hacer algo.

Surge así el PROTOCOLO DE MONTREAL, que ha sido considerado como un ejemplo excepcional de cooperación internacional.

SIN EMBARGO SUELEN OCURRIR INCUMPLIMIENTOS sobre los cuales debemos tomar conciencia y exigir que se articulen las medidas necesarias para su cumplimiento efectivo.

Seguidamente el enlace del MANUAL DEL PROTOCOLO DE MONTREAL.
http://www.unep.ch/ozone/spanish/Publications/MP-Handbook-07-es.pdf

Ojalá cada uno desde nuestro lugar, hagamos todo lo que podamos para curar y mejorar la sustentabilidad de nuestro planeta.

Editor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 8 de agosto de 2014

Carroza de fuego - (Narrativa de Juan. C. L. Rojas)


La soledad, el aburrimiento; ver que todo el mundo se divertía mientras él estaba confinado entre esas murallas, le producía a veces intensas ganas de escapar. 
A la imperiosa necesidad de libertad se agregaba el fuego de la adolescencia, apremiándole, transmutándose en formas de travesuras y trasgresiones.  Recordó que era la última fecha de corsos y comparsas.
“De todos modos voy a ir”, pensó, “aunque se entere el gringo... es probable que algún vecino chismoso le cuente”. 

La sombra de la tarde caía sobre los naranjales; la quietud calurosa del día sumaba también al caldero de sus pensamientos.  -¡Iré de todos modos! –se dijo en voz alta reafirmando la decisión.  La fuerza del anhelo pudo más que el temor a las palizas y se preparó para viajar. A las nueve de la noche partiría el único micro hacia la capital correntina. Sin embargo, cuando se acercó a la salida, le sobrevino la duda consumiéndole minutos que no le sobraban.  -¡Maldito ruido del portón! –murmuró. “¡Es irremediable! ¡El doctor se va a enterar!”, pensó. Quedó paralizado.

La opresión implacable suele construir al miedo. Ese temor creaba en él la sensación de estar perseguido, pero su voluntad volvió a la carga; observó hacia un lado y el otro, se trepó al muro y saltó hacia la calle. La paranoia lo acompañó en la forma de muchos ojos que lo perseguían; pero avanzó deprisa, escapándose.  

“Almacén de ramos generales de Sáez y Cia.”, decía el letrero bien grande sobre la entrada del comercio. Un micro con el motor encendido, parado en la boca del galpón contiguo al negocio, le hizo acelerar el paso. Se dirigió a quien parecía ser el chofer, que esperaba fuera del transporte.
-¿Para ir a Corrientes, señor? -le preguntó. 
-¡Allá tenés que sacar pasaje, pibe! ¡Pero dale que nos vamos!
 –“Este se piensa que uno nace sabiendo”, pensó, mientras caminaba a sacar el pasaje. 
“Ya estoy en marcha, ¡deténganme si pueden!”, pensó, al tomar asiento. Su respiración y actitud denotaban sentido de logro. Ya no tenía la molestia de la indecisión rondándole en la mente; pero estaba aturdido, excitado en su alegría. No operaba en él otra cosa más intensa, que la fuerza de atracción por la libertad compeliéndolo entre las fibras del riesgo.  
-¡Pasajes! –se oyó en los asientos de adelante. 
Esa voz, elevada por sobre el murmullo de las conversaciones, cortó de manera abrupta sus pensamientos. Se puso lívido. Su palidez se enfrentó a la sonrisa burlona de quien avanzaba por el pasillo con un talonario en la mano.   
-¡Boletos!...¡Conque yendo de farra, eh! –le dijo el inspector, inclinándose sobre él mientras cotejaba los papeles. Atinó a esbozar una sonrisa tímida como respuesta, mientras pensaba: “¡Este chismoso metido! ¡Seguro que le va a contar al padre! ¡Ese viejo burlón, cuando se encuentre con el alemán!... ¡Se va a enterar!  Mientras pensaba esto, ya no veía a su interlocutor que aún estaba allí verificando el talón de pago, si no al panorama de su imaginación, donde se miraba a sí mismo, bailando al compás de las patadas y sopapos del alemán, propinadas como castigo por el paseo clandestino. La paranoia le hizo sentirse otra vez blanco de las miradas, pero dio un vistazo como al descuido y observó que había otras personas entre los pasajeros a quienes también conocía. Al verlos pensó: “Al fin de cuentas todos están ocupados en lo suyo”. Se recostó en el respaldo relajándose. 

Cuando llegaron no tuvo necesidad de preguntar la dirección del corsódromo; por las conversaciones que escuchó mientras viajaba, supo quiénes de los pasajeros se dirigían hacia allí y los siguió.  A medida que caminaba las pocas cuadras, los condimentos de la emoción dosificaban en su cuerpo la adrenalina que le hacía brillar los ojos y le daba un leve cosquilleo en el estómago. Música, serpentinas y luces acentuaban el clima de ambiente festivo; de algún lugar venían a mezclarse sonidos de percusión. Deprisa se metió entre la gente filtrándose hasta el centro más tumultuoso. Buscaba un lugar cómodo, donde pudiera ver; el apretujón le hacía transpirar y andar errático. Logro ubicarse, por fin, cerca de un grupo de chicos, tal vez por casualidad, o más bien porque sus ojos fueron arrastrados hacia allí con un imán poderoso, que doblegó totalmente sus miedos y pudores.

La niña (no tan niña por las curvas ostentosas y su modo de mirar) se contoneaba rítmica y delicadamente al son de la música. Toda su actitud era una inequívoca y graciosa invitación a lo sensual. 
-¿Y este deleite de mango maduro? –murmuró, mientras apuntaba sus ojos en el centro mismo de la mirada femenina que se desvió, luego de detenerse un instante en él. 
-¡Qué me importan las palizas! –murmuró otra vez-. ¡Todo lo que me habría perdido si no venía! 

La murga que inició el orden del desfile, aumentaba el sonido de parches y batientes al acercarse;  cada golpe de los tambores era también una excusa más para el acercamiento y el roce de los cuerpos.  Ahora la mirada de la niña volvía a él y entraba sin recato en el alma de sus ojos, en su sangre; dándole además la yapa de una sonrisa que inducía en sus deseos le interpretación de permisos inconfesables. 

-¡Tengo que acercarme un poco más! -se dijo, entre divertido y ansioso.  Volteretas de payasos ruidosos delante de la marcha, los distrajo por un momento del hechizo erótico. La comparsa, Copacabana, avanzaba con bailes y cánticos, entre brillos y luces, al compás de ritmos delirantes y estruendos, que cargaban molécula a molécula la libido adolescente. En lo alto de la carroza, la reina movía la hermosura de su cuerpo, vestida de tenues plumajes, al tiempo que parecía sonreírle a cada uno de los espectadores, de quienes se veía la respuesta en la excitación de sus ojos.  Pero Juancito Gómez, ya no dedicaba atención a esa belleza encumbrada en la sensual carroza de fuego, colmada de luces y ornamentos. Su generoso embeleso estaba allí, en la niña que cercana a él, no sólo le extraía sonrisas, sino también, le ponía burbujas en la sangre, susurros en los labios, que aunque no se escucharan con nitidez, ambos lo entendían.  Rozaron sus manos dos veces; a la tercera sensación de tibieza sobre su dorso, él tomó la de ella, mientras todo parecía moverse en la vorágine enloquecida. Ya no tenía noción de tiempo; sólo sentía instantes placenteros sucediéndose sin conciencia de transición.
“¿En qué momentos fue que la tomé de la cintura?”, pensaba embriagado de éxtasis, sonriente. La relación fluía sin esfuerzo, como el desenvolvimiento normal de la naturaleza. 
-¡Vamos! –leyó él en los labios de ella, que señalaba  la tarima donde se apoyaban sendos bafles.
Sin dejar de bailar, sin soltarse la mano, fueron desplazándose hacia ahí.
No tardaron los besos. Sin remordimientos se olvidaron del mundo.  Otra comparsa desfilaba ahora, entre serpentinas, espumas y matracas. Este grupo tenía más agilidad en el ritmo musical y el movimiento coreográfico. Mientras Copacabana se manifestaba en la suntuosidad de los atuendos y ornamentos, Ara Verá sobresalía en la belleza de las figuras del baile y de las jóvenes, enfundadas en su propia piel, con alguna escasa vestidura y brillos relucientes.  
Recostados en la tarima, él y la niña, vibraban acorde el sonar de los altavoces, pero también ellos estaban en sintonía y resonancia entre sí. El lenguaje de la mirada sugestiva de la niña otra vez actuó y Juancito Gómez entendió el favor de las circunstancias; ambos se sentaron a descansar (si vale como excusa), sobre una madera que unía las patas del mesón; pero eran ciegos espectadores del desfile; tal vez alguien lo era de sus besos.
Un hule misterioso, inesperado,  que cubría la parte libre de la tarima y que rozaba sus cabezas les llamó la atención.  
-Agarrá la tela con tu mano derecha  -le dijo él, al oído, mientras hacía lo mismo con su mano izquierda. Ella sonrió con ganas al darse cuenta de la picardía.
Fueron jalando el paño detrás de sus espaldas.  -Un poco más -le pidió él, y el hule tocó el piso. 
Algo continuaron hablando cada uno en el oído del otro, mientras la carroza de Ara Verá se acercaba lenta y monumental. Ambos se hallaban prestos y ansiosos, con su mano aún aferrando el orillo de la tela. Él observaba el desplazamiento de la sombra de la carroza; sombra que barría con lentitud al gentío en las primeras filas de las gradas; la gente embelesada dirigía sus ojos a lo alto de la muestra rodante, pero la atención de los jóvenes era algo simple: nada más que la ubicación de la carroza y su sombra al desplazarse, lo que ahora ya pasaba sobre y delante de ellos; y entonces con un sólo movimiento de sus brazos se ocultan; mientras una oscuridad barre el hule, y otra los cubre en su pequeño universo íntimo.  Rieron sólo unos instantes bajo la cubierta del pliego y los tablones; luego transformaron su risa en susurros, besos y caricias.
Se hallaban hundidos en el abismo del bullicio que ya no oían; solo sentían el placer en la paradójica comunión de jadeos y gemidos.   El camino sonoro de la noche fue perdiendo decibeles; fue menguando la intensidad de la algarabía; los ojos se alargaron en la despedida indeseable y golpeó el adiós impertinente a un momento juvenil sin preguntas y sin respuestas.
Ahora el regreso, con la soledad del pensamiento donde la niña aún permanecía en imagen, su cuerpo, sus ojos. 
Bocinazos insistentes le hicieron levantar la vista del suelo. Del Jeep, que en el medio de la calle aceleraba su partida, veía la efusividad de unas manos agitándose en una ventanilla; el saludo provenía de una silueta joven de mujer.  “¡El Jeep del intendente!” murmuró, mientras respondía al saludo.
“¡Es María!”, se convenció regodeándose entre incrédulo y regocijado.  Su amor inconfeso de séptimo grado, oculto en su corazón, la dueña de la mirada más hermosa, la que apoyaba el rostro en el pupitre sobre su brazo para mirarle desde una punta de la sala hasta el otro extremo donde se ubicaba él, ¡estuvo allí mismo, entre ese gentío, y no pudo verla! ¡Ahora va ahí, atrapada en el auto de su padre, el intendente de Paso de la Patria con quien trataba el alemán!

Su actitud oscilaba de regocijo a preocupación, de preocupación a regocijo. ¿Se enterará su tutor mediante esta nueva vía posible del chisme, acerca de  la travesura de haberse ido a Corrientes sin permiso?.  El viaje de regreso fue calmo y adormilado, pero con gran actividad de sus cavilaciones.  “¡Me saludó tan efusivamente!... ¿Será que me quiere?... Y yo jamás le dije lo que siento por ella, ¡qué bobo!... Pero esta... ¡qué regalo de carnaval!... Ofelia...  ¡Qué nombre, pero qué linda!...¡ni siquiera le pregunté la dirección!... Para qué, si nunca podríamos vernos. ¡Oh, Dios! ¡Qué es esto que se siente! ¿Gané?... ¿Perdí?... ¿Es placer o es angustia recordar? Otra vez el encierro, esperar... cuando sea no sé qué...”. 

Al llegar ya despuntaba el alba; entró sin recaudos ni temores. Presuroso acomodó todo en la casa, para que no muestre el aspecto de haber sido abandonada.   Pasada las ocho y media de la mañana, sonó una voz, llamando desde la vereda, frente al portón. 
-¡Juancito! ¡Abre!  Era el alemán; el doctor regresaba de su turno de trabajo en Isla del Cerrito.  Ese día transcurrió normal; en el siguiente se desencadenó lo que temía.  
A mitad de la mañana vio ingresar al intendente, acompañado del alemán, con unos papeles en la mano. Les oyó hablar acerca de la protección del hospital de Paso de la Patria por la peligrosa crecida del río. 
-¡Juancito, trae un asiento! -ordenó el doctor. El adolescente cumplió la orden y saludó inclinando la cabeza; seguido siempre de la atenta observación de su tutor. 
-¡Así que te fuiste a divertir anteanoche! –dijo ingenuamente el visitante con intención de entablar un diálogo con el joven, que demudó su rostro al instante. 
-¿Cómo? –preguntó el doctor, levantando de inmediato la cabeza con clara actitud de haber sido burlado. El adolescente ahora cambió su color, del pálido al rojo. 
-Nos vimos en el corzo... ¡bueno, el chico tiene que divertirse doctor! –dijo el intendente, tratando de enmendar el error involuntario de haberlo delatado. 
-¡¿Con el permiso de quién?! –vociferó el alemán, dando dos pasos hacia el chico. Este sintió un agudo dolor en el oído al ser jalado con fuerza desde el lóbulo de la oreja en una media vuelta alrededor de su verdugo. 
-¡O te enderezo, o te rompo! ¡Ya verás! –concluyó el alemán, dejando incertidumbre en cuanto a si concluyó, o no, el castigo.  

Lo que definitivamente no concluyó, era algo en lo profundo del espíritu o del alma del niño,  algo que tenía y faltaba al mismo tiempo.   La niña del corso no desaparecería de su mente pero ya no tendría cómo contactarse. Era una puerta más, de esas misteriosas, que se abren hacia el vacío. Vacío que quizás, algún día, signifique su libertad.


AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas