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lunes, 29 de octubre de 2018

Vibración

"Todo en nuestro Universo está en un estado de vibraciones, y compuesto de partículas transcurriendo en espín infinito; instantes que forman, deforman y conforman.
Y así también nuestro abstracto tiempo de vivir, de sentir... Fragmentados instantes que se unen para formar, acaso una ilusión, acaso un sueño."
Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=Universo

viernes, 5 de agosto de 2016

Respiro de alas

"...Un breve posar sobre la grama verde del tiempo, la que trunca los signos del otoño...
Un respiro de alas, fragancias inspiradas, tenue brisa de los instantes y un suspiro medido desde tus ojos,... y a seguir el vuelo tras los nutrientes, con que tu corazón me besa..."






lunes, 5 de noviembre de 2018

Pequeñez

Va discurriendo
el pequeño universo
de cada quien,
molécula azul de lo infinito.
Tejiendo en el marco estelar
la feroz puntada  del vivir.

Una luz penetra
iluminando de albor... 
Albur de claridades,
mientras una sombra mece
su negritud de incertidumbres.

Conllevo y sopeso una ruta
de estimaciones siderales
sobre el tren de la discordia,
bajo la luz de la armonía
Y rueda que ruedan los días que avanzan inexorables.

Quietud maldita
en tiempo raudo,
qué pretende conciliar
las horas de la desazón.

El río de los día moja sensaciones de esperas
qué secan en la desesperanza...
Quizás
la agonía de un sueño,
tal vez,
el agujero en ebullición
de la calma
donde volverá de nuevo
a expandir...
Volverá a empezar...
Siempre
volver a empezar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=empezar

jueves, 2 de noviembre de 2017

La música de don Edgar Romero Maciel

El lujo de la interpretación de Don Edgar Romero Maciel...
Sus letras... Su música...
Juan Carlos Luis Rojas

Lunita de Taragüí (chamamé)

Cuando pienso en mi Corrientes
lamento no estar allí
y en las tardes por los campos
quemarme en su cuarahy.          (Sol)

Pero por lo que más siento
no estar en mi Taragüí               (Corrientes)
es por sus noches divinas
bañadas por el yasy.                  (Luna)

En el cielo está
con su traje azul
por el naranjal
bañando su luz.

Qué pena me da
no estar más allí
y verte otra vez,
lunita de Taragüí.

De: Edgar Romero Maciel

(Traducción)
Juan Carlos Luis Rojas

........................

Sauce (Chamamé)

Claro cantar que dice
el manso arroyo
que alegre pasa
Sauce que en tus orillas
sus cabelleras llorando, bañan
Quiero en tí descansar
cuando se acaben mis ansias
porque no hay en Corrientes
como la gente de tu lugar.

Mi cantar, guarda el eco de tus campanas
graves son, que acompañan mi eterno andar
retornar es el sueño que alienta en mí
y si un día quiere el destino
que olvide al pago donde nací,
moriré por mal correntino
en algún camino del taraguí

Breve como la charla de tus paisanos
asi es tu traza
breve si pero acaso
no haya en cariño
otra más larga
Quiero en ti descansar
cuando se acaben mis ansias
porque no hay en Corrientes
como la gente
de tu lugar.

Letra y música de E.Romero Maciel y A.Mansilla

...............................

Viejo Caa Catí - Chamamé                    (Fragancia de hierba)

Clavado muy hondo en la historia correntina,
fortín cué del norte al paso de los avá,     (Viejo - Indios)
quiero recordarte pueblo de mis mocedades
antes que tus calles queden sepultadas por el arenal
Añoro tus quintas de enfilados naranjales,
tus chinas maduras quebradas sobre el maizal
y tu sol ardiente que vuelve la tierra arena,
hoy quema mi sangre cuando al recordarte digo este cantar

De Caa Catí a Mburucuyá
más de quince leguas hay que atravesar,
voy al trotecito cruzando el palmar
silbando bajito pronto he de llegar
Baña tu costado el bravo Santa Lucía
vigilan sus aguas los nativos yacarés
y al norte el camino cambiante lonja de arena
lleva tus barrancas donde el río se alza Ita Ivaté
Quisiera arrancarte de tu siesta provinciana,
gritarle a tu gente que no te deje morir
y echar en tus calles mi sangre de correntino
por ver si despiertas de tu antiguo sueño viejo Caa Catí

Letra: Alberico Mansilla
Música: Edgar Romero Maciel

.............................

Viejo Paraná

Antiguo arriero de peces, dorado río,
por tu camino de siglos bajando vas,
desde donde su farol enciende la luna
hasta las islas frutales del litoral.

Sus soles tus lomos queman en el estío,
barrancas, islas y playas te ven pasar,
arriba lames las garras de ariscos pumas
abajo reflejas luces de la ciudad.

Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná.

Asoman en tus riberas como otros días
las bellas formas trigueñas del guaraní,
pero revive en el alma de los isleños
la raza vieja que otrora reinara allí.

Quien fuera, me dijo un día mirando el río,
como las aguas tranquilas del Paraná,
que no conservan las huellas de los navíos,
y así las penas del alma poder borrar.

Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná

(Polca canción)
Letra y Música: Edgar Romero Maciel - Albérico Mansilla
................................

Corrientes cambá (Chamamé)

Retumba en la noche el bombo de los cambá,
la Luna es una tambora que bate un son;
tirada tras las barrancas del Paraná
Corrientes duerme su sueño color carbón.-

Calienta el aire el candombe con su sonar.
La noche africana reina en el Taragüí...
es negro el ritmo en la sangre pero el cantar
se expresa en dulces palabras del guaraní.-

Después de bailar
me gusta ir a ver
junto a mi cambá
el amanecer...
Por Punta Arazá
siempre sale el sol,
tras el Paraná
la luna se va
por Punta Ñaró.-

No agita el aire el candombe en el Cambá Cuá,
se fueron ya los morenos con su tambor;
la luna apagó su parche de cuero y sal,
nostalgias de un tiempo viejo que fue mejor...
Quisiera en noches de enero también estar
descalzo junto a los negros bailando así.-
Ceñir la fina cintura de una cambá
y hablarle bajo de amores en guaraní...

Letra: Albérico Mansilla
Música: Edgar Romero Maciel

..............................

https://youtu.be/QIMVMS-5U50

lunes, 15 de junio de 2015

Vejez

"...Suele haber cierta/s cultura/s, temporal, atemporal, anacrónica, indistinta,... que hace funcionar la maquinaria del descarte, ignorando, (inconsciencia con cinismo, tal vez), que, inexorablemente, transitará ese tiempo, (en ellas y a pesar de ellas), y experimentará el sentir que nos acontece universalmente..."

viernes, 21 de diciembre de 2018

Un brindis


Una  más, en esta
de tiempos medidos
en hitos convencionales...

Una vorágine de sensaciones
expectativas, esperanzas...
La sensibilidad más intensa
hacia el éxtasis o la frustración.

¡Sin embargo, es la emoción...
la medida más certera y profunda del ser!

La emoción en los silencios/
en la euforia
o en el grito...

La algarabía en torno de la soledad
coronando de lo álgido.
alguna desértica desolación.

Pero aún así/
¡innegable se mueve la esperanza!
El hombre apuesta una vez más
a sus anhelos
a sus sueños
y hay un cantar en el balcón de su alma.

Aquí estamos/
desde nuestra marcha/
en los términos de calendarios y relojes.
Y nos apoyamos
en el alfeizar de una ventana
en la penumbrosa habitación
que enumera y memora nuestros sueños...

Allá en lo alto las estrellas
donde navega una luna rutilante.
Meteoros fugaces
centellean en nuestra mente.

Acorde de voces se oyen,... de risas.
La flor de la emoción en los ojos
que transfieren un brindis,
en éter perfumado de vida,
en el sonar de cristales.

Y va mi abrazo extendido
familia, amigos, y aquellos...
que comulgan un sueño.
Seres de buena voluntad
que enarbolan una esperanza
ante la felicidad posible
en un nuevo tramo del tiempo.

¡Y nada más que esto!
¡Con la acción detrás del anhelo
habrá de sernos bendito!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


miércoles, 7 de marzo de 2018

De la vida

Este atardecer,
que camina risueño por las veredas
dibujando faros en las esquinas
amacando su marejada
entre flojas baldosas
y hojas danzantes
de incipiente otoño...

Este atardecer,
que me lleva
por ambiguas penumbras
donde la luz va renaciendo
en ecos de la memoria,
donde el sabor
se presta alucinado
en dulces sentires
floreciendo en sus candores...

Zitzaguea su brisa,
desde mis ojos 
y entre mis huesos,
con las razones misteriosas
que me convocan...

Es hálito de vida
que late en mi pensamiento
que va conmigo
y avanza
hasta el peldaño siguiente
del tiempo
aunque el otoño
insistente,
derrama ya
su bálsamo
de blanca cerrazón,
a esa corona
que calza
la frente erguida...

Y sigue su marcha
en el camino
donde esculpe
variopintas diademas
en el andariego crisol
de los sueños.

Este atardecer
de la vida
irá hacia su noche,
a su manto
oscuro y sideral
a prender luciérnagas
a marcar
sus cadencias
de sinfonías estelares,
otros compases
acaso...
¡oh, si pudiesen
nutrir las almas!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

sábado, 19 de agosto de 2017

La maldad, la música, la poesía...


Decía Inmanuel Kant: "Donde hay música no puede haber mal"... (No estoy muy de acuerdo con mi amigo)... Y Aristóteles ensalzó a la poética en sus diversas formas y artes...
Y sí, la poesía, es, en sí mismo, esencia fundamental, subyacente y emergente de todo y del Todo. Es así que podríamos considerarlo superlativo; mas, se trata de hacerlo evidente desde su espíritu, mediante el privilegio del "determinado" poeta, quien es como herramienta y vehículo que define en arte esa esencia de la poesía; sin embargo, es "insondable el corazón del Hombre", dice un Libro (Biblia), y es así que, entonces, la maldad puede afectar lugares... y seres impensados...
¿Será tal vez, como dijo, Nietzsche?: "Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti."
Ironizando un poco, dijo Oscar Wilde: "Como mala persona soy un completo desastre. Hay montones de gente que afirman que no he hecho nada malo en toda mi vida. Por supuesto sólo se atreven a decirlo a mis espaldas."
Pero claro, la vida es una dialéctica inextricable... "El mal es vulgar y siempre humano, y duerme en nuestra cama y come en nuestra mesa." Dijo, Wystan Hugh Auden. Tan así, que a veces pueden ser, hasta nuestra madre, nuestro padre,  nuestros hijos. Más en unos que en otro...
Se me cruza en la mente algo de la trágica vida de Arthur Rimbaud... poeta y su poesía,  que desembocó luego en otras "licencias"...
Pero es bueno rescatar lugares, como este,  virtual, que nos atañe en este momento, donde existe la poesía de la amistad, que muchas veces es, hasta  más contundente y verdadera que en nuestra otra realidad paralela y supuestamente más tangible... y que siempre tengamos esta posibilidad de luchar y elevarnos en medio de un mundo avieso.

sábado, 4 de julio de 2015

El tesón debajo



Muchas veces podemos ver el efecto de la virtud humana produciendo brillantes resultados; como una nave que cumple con su función normal de despegue, y a partir de allí el vuelo inalterable... Pero cuando otros ven, lo fácil que parece, el despegue de esa nave hacia el cielo, no siempre piensan o imaginan todo el tesón invertido, y la energía ardiendo en los crisoles, desde la hora primera... Así el humano.

No siempre podemos juzgar los logros y éxitos de otros, como adquisiciones gratuitas. No les aplica a todos alguna metodología de lo fácil.
No se cosecha si no se siembra. Y la siembra implica, preparación, sacrificios y riesgos.

Tampoco podemos juzgar, unívocamente al revés, porque como dice, Eclesiastés 9:11 :
"Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos. "

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 21 de septiembre de 2017

Transitando hacia las energías renovables... Estación de carga para automóviles.

"...4.000 coches al día podrían ser cargados en Innovationspark Zusmarshausen, la próxima estación de carga de Alemania, según la compañía. 24 de los 144 puertos de carga podrían ser supra-compresores con capacidades de carga de 350 kilovatios (kW), lo que supera al sobrealimentador Tesla con su capacidad de alrededor de 150 kW. De acuerdo con Sortimo, Innovationspark Zusmarshausen podría ofrecer ahorros de 29,5 millones de litros, o alrededor de 7,8 millones de galones, de combustible, y podría ahorrar casi 60.000 toneladas métricas de dióxido de carbono cada año.
Innovationspark Zusmarshausen va más allá de la visión típica de una gasolinera. Según la FAZ, la estación también podría contar con oficinas, tiendas y restaurantes; Sortimo dijo que la gente podría pedir comida antes de que lleguen para que puedan comer mientras su coche carga. Los viajeros pueden ser capaces de aparcar y cargar sus vehículos al mismo tiempo en el estacionamiento, tal vez incluso mientras trabajan en las oficinas en el lugar..."
Alemania Planea la Estación de Carga de VE más Grande del Mundo - Mundo Solar

domingo, 19 de junio de 2016

Día del padre del 2016

Carlos Rojas compartió su foto — con Juan Carlos Luis Rojas.
5 h
Muy feliz dia papu! Sos un gran padre y agradezco el esfuerzo que haces para mantenerte de pie en la lucha, por tu ayuda, por tus consejos, por tu presencia. Te deseamos el mejor dia del padre! Besitos de Taty,Uma,Lily y yo.









25Tú, Evelin Caballero Romero, Alejandra Diaz y 22 personas más
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Aimara Ferreira Garcia
Aimara Ferreira Garcia Feliz dia Juan!
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Juan Carlos Luis Rojas
Juan Carlos Luis Rojas Gracias, Aimara Ferreira Garcia. Afectuoso saludo...
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Juan Carlos Luis Rojas


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Margarita Miño
Margarita Miño Feliz y bendecido día querido amigo!!!!
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Juan Carlos Luis Rojas
Juan Carlos Luis Rojas Gracias. Un gran abrazo, Margarita Miño...
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Juan Carlos Luis Rojas


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Juan Carlos Luis Rojas
Juan Carlos Luis Rojas ¡Hola Gabriel! Carlos Rojas ¡Gracias y felicidades en el día del padre a vos también!...
Por algún tiempo seguiré aún, comiendote el coco. Así que paciencia!! jaja...

¿Y quién es ese que está a tu lado?... O está con un desvelo terrible o le diste un café con Tía María!!
Abrazos, besos, a vos y a las niñas de la casa!!

Gracias a todos amigos, que se acercaron con su visto y saludo. Abrazos.
Aimara Ferreira Garcia,... Margarita Miño,... Rosa Lezcano,... Adriana Gonzalez,... Silvia IS,... Alejandra Diaz,... Luis G. Julio,... Mirta L. Visacia,....Selene Luna,... Lilian Escobar,... Manu Galvez,... Deby Graneros León,... Ana Bustos,... Noemi Lasala,... Evelin Caballero Romero,... Cristina Vasallos,...Griselda Roldán,... Pamela Vasquez,... Silvia Nolasco,... Mariela Garay,... Claudio Garay,... Carolina Escobar Garay,... Ara Garay,...

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Dina Castillo con Omar Mendoza Requena y 49 personas más.
7 h · 
¡FELIZ DÍA DEL PADRE!




Piero - Mi Viejo
Piero Mi Viejo (Video Official) HD
WWW.YOUTUBE.COM


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Comentarios
David Morin Tovar
David Morin Tovar GRACIAS MI QUERIDISIMA Dina Castillo .. HOY RECORDAMOS también a nuestros padres que se fueron. Como tú padre que lo Amabas tanto, un abrazo en la distancia para ti con tu semillas
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Francisco J. Guadamo
Francisco J. Guadamo Gracias amiga! Abrazos
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Adail Bolivar
Adail Bolivar MUCHAS GRACIAS AMIGA, FUERTE ABRAZO.
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Cristian Miguel
Cristian Miguel Hermoso gesto, atenta como siempre, gracias Dina por esa amistad a la distancia, saludos y buenos deseos para ti y tus seres queridos. 🙂
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Juan Carlos Luis Rojas
Juan Carlos Luis Rojas Muchísimas gracias, Dina Castillo!! Que vos pases bien con los tuyos, con los padres en tu entorno....Y sea presente o no, buena reflexión de felicidad de cualquier manera... Besos.
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Carlos Pou Ruan
Carlos Pou Ruan Hola, Dina Castillo, gracias por el cariño. Te mando un abrazo grande.
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Carlos Alberto Sanchez Cadenas
Carlos Alberto Sanchez Cadenas MI QUERIDA DINA QUE DIOS TE COLME DE BENDICIONES JUNTO A TUS SERES QUERIDOS FELIZ DIA Y GRACIAS POR LA DEDICATORIA BESOS Y ABRAZOS DESDE LA DISTANCIA....
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Allen Jose Ampueda Tosta
Allen Jose Ampueda Tosta Muchas gracias Sra. Dina Castillo saludos!
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Gabriel Mantilla Chaparro
Gabriel Mantilla Chaparro Merci, Madame
Ver traducción




5"



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Deby Graneros León
11 h cerca de Morón (Buenos Aires)  ·

A los padres de mi familia.. al de mis hijos.. Jorge Daniel Gomez; al de mi marido .. a mi tío Miguel .. al mío! Y al q fue en muchas oportunidades como un padre para mi y más importante aún como un abuelo para mis hijos Juan Carlos Luis Rojas. Feliz día!





Comentarios
Juan Carlos Luis Rojas ¡Gracias, Deby Graneros León! por tu consideración... Te quiero, como a todos ustedes..., que tengan un muy buen pasar en el día del padre.... Besossssss.
Me gustaResponder16 h

viernes, 8 de agosto de 2014

Carroza de fuego - (Narrativa de Juan. C. L. Rojas)


La soledad, el aburrimiento; ver que todo el mundo se divertía mientras él estaba confinado entre esas murallas, le producía a veces intensas ganas de escapar. 
A la imperiosa necesidad de libertad se agregaba el fuego de la adolescencia, apremiándole, transmutándose en formas de travesuras y trasgresiones.  Recordó que era la última fecha de corsos y comparsas.
“De todos modos voy a ir”, pensó, “aunque se entere el gringo... es probable que algún vecino chismoso le cuente”. 

La sombra de la tarde caía sobre los naranjales; la quietud calurosa del día sumaba también al caldero de sus pensamientos.  -¡Iré de todos modos! –se dijo en voz alta reafirmando la decisión.  La fuerza del anhelo pudo más que el temor a las palizas y se preparó para viajar. A las nueve de la noche partiría el único micro hacia la capital correntina. Sin embargo, cuando se acercó a la salida, le sobrevino la duda consumiéndole minutos que no le sobraban.  -¡Maldito ruido del portón! –murmuró. “¡Es irremediable! ¡El doctor se va a enterar!”, pensó. Quedó paralizado.

La opresión implacable suele construir al miedo. Ese temor creaba en él la sensación de estar perseguido, pero su voluntad volvió a la carga; observó hacia un lado y el otro, se trepó al muro y saltó hacia la calle. La paranoia lo acompañó en la forma de muchos ojos que lo perseguían; pero avanzó deprisa, escapándose.  

“Almacén de ramos generales de Sáez y Cia.”, decía el letrero bien grande sobre la entrada del comercio. Un micro con el motor encendido, parado en la boca del galpón contiguo al negocio, le hizo acelerar el paso. Se dirigió a quien parecía ser el chofer, que esperaba fuera del transporte.
-¿Para ir a Corrientes, señor? -le preguntó. 
-¡Allá tenés que sacar pasaje, pibe! ¡Pero dale que nos vamos!
 –“Este se piensa que uno nace sabiendo”, pensó, mientras caminaba a sacar el pasaje. 
“Ya estoy en marcha, ¡deténganme si pueden!”, pensó, al tomar asiento. Su respiración y actitud denotaban sentido de logro. Ya no tenía la molestia de la indecisión rondándole en la mente; pero estaba aturdido, excitado en su alegría. No operaba en él otra cosa más intensa, que la fuerza de atracción por la libertad compeliéndolo entre las fibras del riesgo.  
-¡Pasajes! –se oyó en los asientos de adelante. 
Esa voz, elevada por sobre el murmullo de las conversaciones, cortó de manera abrupta sus pensamientos. Se puso lívido. Su palidez se enfrentó a la sonrisa burlona de quien avanzaba por el pasillo con un talonario en la mano.   
-¡Boletos!...¡Conque yendo de farra, eh! –le dijo el inspector, inclinándose sobre él mientras cotejaba los papeles. Atinó a esbozar una sonrisa tímida como respuesta, mientras pensaba: “¡Este chismoso metido! ¡Seguro que le va a contar al padre! ¡Ese viejo burlón, cuando se encuentre con el alemán!... ¡Se va a enterar!  Mientras pensaba esto, ya no veía a su interlocutor que aún estaba allí verificando el talón de pago, si no al panorama de su imaginación, donde se miraba a sí mismo, bailando al compás de las patadas y sopapos del alemán, propinadas como castigo por el paseo clandestino. La paranoia le hizo sentirse otra vez blanco de las miradas, pero dio un vistazo como al descuido y observó que había otras personas entre los pasajeros a quienes también conocía. Al verlos pensó: “Al fin de cuentas todos están ocupados en lo suyo”. Se recostó en el respaldo relajándose. 

Cuando llegaron no tuvo necesidad de preguntar la dirección del corsódromo; por las conversaciones que escuchó mientras viajaba, supo quiénes de los pasajeros se dirigían hacia allí y los siguió.  A medida que caminaba las pocas cuadras, los condimentos de la emoción dosificaban en su cuerpo la adrenalina que le hacía brillar los ojos y le daba un leve cosquilleo en el estómago. Música, serpentinas y luces acentuaban el clima de ambiente festivo; de algún lugar venían a mezclarse sonidos de percusión. Deprisa se metió entre la gente filtrándose hasta el centro más tumultuoso. Buscaba un lugar cómodo, donde pudiera ver; el apretujón le hacía transpirar y andar errático. Logro ubicarse, por fin, cerca de un grupo de chicos, tal vez por casualidad, o más bien porque sus ojos fueron arrastrados hacia allí con un imán poderoso, que doblegó totalmente sus miedos y pudores.

La niña (no tan niña por las curvas ostentosas y su modo de mirar) se contoneaba rítmica y delicadamente al son de la música. Toda su actitud era una inequívoca y graciosa invitación a lo sensual. 
-¿Y este deleite de mango maduro? –murmuró, mientras apuntaba sus ojos en el centro mismo de la mirada femenina que se desvió, luego de detenerse un instante en él. 
-¡Qué me importan las palizas! –murmuró otra vez-. ¡Todo lo que me habría perdido si no venía! 

La murga que inició el orden del desfile, aumentaba el sonido de parches y batientes al acercarse;  cada golpe de los tambores era también una excusa más para el acercamiento y el roce de los cuerpos.  Ahora la mirada de la niña volvía a él y entraba sin recato en el alma de sus ojos, en su sangre; dándole además la yapa de una sonrisa que inducía en sus deseos le interpretación de permisos inconfesables. 

-¡Tengo que acercarme un poco más! -se dijo, entre divertido y ansioso.  Volteretas de payasos ruidosos delante de la marcha, los distrajo por un momento del hechizo erótico. La comparsa, Copacabana, avanzaba con bailes y cánticos, entre brillos y luces, al compás de ritmos delirantes y estruendos, que cargaban molécula a molécula la libido adolescente. En lo alto de la carroza, la reina movía la hermosura de su cuerpo, vestida de tenues plumajes, al tiempo que parecía sonreírle a cada uno de los espectadores, de quienes se veía la respuesta en la excitación de sus ojos.  Pero Juancito Gómez, ya no dedicaba atención a esa belleza encumbrada en la sensual carroza de fuego, colmada de luces y ornamentos. Su generoso embeleso estaba allí, en la niña que cercana a él, no sólo le extraía sonrisas, sino también, le ponía burbujas en la sangre, susurros en los labios, que aunque no se escucharan con nitidez, ambos lo entendían.  Rozaron sus manos dos veces; a la tercera sensación de tibieza sobre su dorso, él tomó la de ella, mientras todo parecía moverse en la vorágine enloquecida. Ya no tenía noción de tiempo; sólo sentía instantes placenteros sucediéndose sin conciencia de transición.
“¿En qué momentos fue que la tomé de la cintura?”, pensaba embriagado de éxtasis, sonriente. La relación fluía sin esfuerzo, como el desenvolvimiento normal de la naturaleza. 
-¡Vamos! –leyó él en los labios de ella, que señalaba  la tarima donde se apoyaban sendos bafles.
Sin dejar de bailar, sin soltarse la mano, fueron desplazándose hacia ahí.
No tardaron los besos. Sin remordimientos se olvidaron del mundo.  Otra comparsa desfilaba ahora, entre serpentinas, espumas y matracas. Este grupo tenía más agilidad en el ritmo musical y el movimiento coreográfico. Mientras Copacabana se manifestaba en la suntuosidad de los atuendos y ornamentos, Ara Verá sobresalía en la belleza de las figuras del baile y de las jóvenes, enfundadas en su propia piel, con alguna escasa vestidura y brillos relucientes.  
Recostados en la tarima, él y la niña, vibraban acorde el sonar de los altavoces, pero también ellos estaban en sintonía y resonancia entre sí. El lenguaje de la mirada sugestiva de la niña otra vez actuó y Juancito Gómez entendió el favor de las circunstancias; ambos se sentaron a descansar (si vale como excusa), sobre una madera que unía las patas del mesón; pero eran ciegos espectadores del desfile; tal vez alguien lo era de sus besos.
Un hule misterioso, inesperado,  que cubría la parte libre de la tarima y que rozaba sus cabezas les llamó la atención.  
-Agarrá la tela con tu mano derecha  -le dijo él, al oído, mientras hacía lo mismo con su mano izquierda. Ella sonrió con ganas al darse cuenta de la picardía.
Fueron jalando el paño detrás de sus espaldas.  -Un poco más -le pidió él, y el hule tocó el piso. 
Algo continuaron hablando cada uno en el oído del otro, mientras la carroza de Ara Verá se acercaba lenta y monumental. Ambos se hallaban prestos y ansiosos, con su mano aún aferrando el orillo de la tela. Él observaba el desplazamiento de la sombra de la carroza; sombra que barría con lentitud al gentío en las primeras filas de las gradas; la gente embelesada dirigía sus ojos a lo alto de la muestra rodante, pero la atención de los jóvenes era algo simple: nada más que la ubicación de la carroza y su sombra al desplazarse, lo que ahora ya pasaba sobre y delante de ellos; y entonces con un sólo movimiento de sus brazos se ocultan; mientras una oscuridad barre el hule, y otra los cubre en su pequeño universo íntimo.  Rieron sólo unos instantes bajo la cubierta del pliego y los tablones; luego transformaron su risa en susurros, besos y caricias.
Se hallaban hundidos en el abismo del bullicio que ya no oían; solo sentían el placer en la paradójica comunión de jadeos y gemidos.   El camino sonoro de la noche fue perdiendo decibeles; fue menguando la intensidad de la algarabía; los ojos se alargaron en la despedida indeseable y golpeó el adiós impertinente a un momento juvenil sin preguntas y sin respuestas.
Ahora el regreso, con la soledad del pensamiento donde la niña aún permanecía en imagen, su cuerpo, sus ojos. 
Bocinazos insistentes le hicieron levantar la vista del suelo. Del Jeep, que en el medio de la calle aceleraba su partida, veía la efusividad de unas manos agitándose en una ventanilla; el saludo provenía de una silueta joven de mujer.  “¡El Jeep del intendente!” murmuró, mientras respondía al saludo.
“¡Es María!”, se convenció regodeándose entre incrédulo y regocijado.  Su amor inconfeso de séptimo grado, oculto en su corazón, la dueña de la mirada más hermosa, la que apoyaba el rostro en el pupitre sobre su brazo para mirarle desde una punta de la sala hasta el otro extremo donde se ubicaba él, ¡estuvo allí mismo, entre ese gentío, y no pudo verla! ¡Ahora va ahí, atrapada en el auto de su padre, el intendente de Paso de la Patria con quien trataba el alemán!

Su actitud oscilaba de regocijo a preocupación, de preocupación a regocijo. ¿Se enterará su tutor mediante esta nueva vía posible del chisme, acerca de  la travesura de haberse ido a Corrientes sin permiso?.  El viaje de regreso fue calmo y adormilado, pero con gran actividad de sus cavilaciones.  “¡Me saludó tan efusivamente!... ¿Será que me quiere?... Y yo jamás le dije lo que siento por ella, ¡qué bobo!... Pero esta... ¡qué regalo de carnaval!... Ofelia...  ¡Qué nombre, pero qué linda!...¡ni siquiera le pregunté la dirección!... Para qué, si nunca podríamos vernos. ¡Oh, Dios! ¡Qué es esto que se siente! ¿Gané?... ¿Perdí?... ¿Es placer o es angustia recordar? Otra vez el encierro, esperar... cuando sea no sé qué...”. 

Al llegar ya despuntaba el alba; entró sin recaudos ni temores. Presuroso acomodó todo en la casa, para que no muestre el aspecto de haber sido abandonada.   Pasada las ocho y media de la mañana, sonó una voz, llamando desde la vereda, frente al portón. 
-¡Juancito! ¡Abre!  Era el alemán; el doctor regresaba de su turno de trabajo en Isla del Cerrito.  Ese día transcurrió normal; en el siguiente se desencadenó lo que temía.  
A mitad de la mañana vio ingresar al intendente, acompañado del alemán, con unos papeles en la mano. Les oyó hablar acerca de la protección del hospital de Paso de la Patria por la peligrosa crecida del río. 
-¡Juancito, trae un asiento! -ordenó el doctor. El adolescente cumplió la orden y saludó inclinando la cabeza; seguido siempre de la atenta observación de su tutor. 
-¡Así que te fuiste a divertir anteanoche! –dijo ingenuamente el visitante con intención de entablar un diálogo con el joven, que demudó su rostro al instante. 
-¿Cómo? –preguntó el doctor, levantando de inmediato la cabeza con clara actitud de haber sido burlado. El adolescente ahora cambió su color, del pálido al rojo. 
-Nos vimos en el corzo... ¡bueno, el chico tiene que divertirse doctor! –dijo el intendente, tratando de enmendar el error involuntario de haberlo delatado. 
-¡¿Con el permiso de quién?! –vociferó el alemán, dando dos pasos hacia el chico. Este sintió un agudo dolor en el oído al ser jalado con fuerza desde el lóbulo de la oreja en una media vuelta alrededor de su verdugo. 
-¡O te enderezo, o te rompo! ¡Ya verás! –concluyó el alemán, dejando incertidumbre en cuanto a si concluyó, o no, el castigo.  

Lo que definitivamente no concluyó, era algo en lo profundo del espíritu o del alma del niño,  algo que tenía y faltaba al mismo tiempo.   La niña del corso no desaparecería de su mente pero ya no tendría cómo contactarse. Era una puerta más, de esas misteriosas, que se abren hacia el vacío. Vacío que quizás, algún día, signifique su libertad.


AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas



miércoles, 20 de enero de 2016

Sensibilidad y disposición al cambio

                                           Imagen de internet: https://liberacionahora.files.wordpress.com/
                                                                                       2010/10/el_presente_continuo_02.jpg?w=270&h=300


"¿Estamos realmente diferentes hoy? ¿Realmente cambió nuestra aceptación en las cosas que no encajan en el marco actual? Tal vez hay conceptos de nuestra realidad que todavía tenemos que entender, y si abrimos los ojos, tal vez vamos a ver que algo importante ha sido pasado por alto."
Terje Toftenes

Importante es, para el crecimiento, para el desarrollo humano, tener el apropiado dinamismo del ser total, dejando de lado esa posición, que a veces se la presenta con orgullo erróneo, la de "ser siempre el mismo", la de: "yo no cambio",... la tramposa, "férrea convicción".

Lo sabio es, creo,  estar dispuesto al cambio, ser flexibles y adaptarnos inteligentemente a los acontecimientos, e incluso adelantarnos a ellos, tomando estrategias que nos dan los recursos de ver más allá de nuestro tiempo y espacio, y no sólo lo de nuestro entorno inmediato.

La realidad tiene elementos y estratos que muchas veces se nos escapan si no disponemos nuestra sensibilidad para detectarlos, o que el orgullo y la arrogancia no nos permite ni ver, ni aceptar. Más aún, en nuestro amplio Universo, donde somos tan pequeños.

La sensibilidad y disposición al cambio nos permite crecer como individuos y como sociedad.
Es sumamente dañino estar atados a falsos paradigmas filosófico o culturales, que nos guían por inercia hacia pozos y abismos; sin embargo, tampoco ir hacia el cambio por sólo el cambio mismo, sin contenidos valederos; no sirve la revolución por el sólo hecho del temperamento revolucionario. Todo debiera ser por la razón que requieren las circunstancias, con la medida y el propósito de vida.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas




Muy buena tarde-noche, para todos...Sensibilidad y disposición al cambio"¿Estamos realmente diferentes hoy? ¿...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on miércoles, 20 de enero de 2016

lunes, 26 de octubre de 2015

Lejanía, (guarania)

Lejanía

Lejano amor primero de mi niñez rohechaga’u                                  (te extraño)
lejano amor sublime ensueño azul mamópa reime                            (dónde estarás)
distante queda el recuerdo de aquellas tardes del mborayhu            (amor) 
que acuden a mi memoria como bandadas de pykasu                        (palomas)
recuerdos que queman mi alma porque hoy es triste che rekove       (mi vida)
por eso voy entonando este triste canto guaraniete.                           (en puro guaraní)
Rohechaga’u che mborayhumi mamópa reho che reja guive            (Te extraño mi amorcito dónde te fuiste al dejarme)
ani ne ñaña mitâkuñami ejumi jeýna che consolá                            (no seas mala niña mujercita, regresa por favor consuelame)
ha ko ka’aru che rejá guive che añó tyre’y aipykui tape                  (y en esa tarde me que dé huérfano, abandonado en el camino)
ñuatî che kutu che piru che kâ                                                           (una espina que me ha incado, flaca y seca,)
che py’a okái che rejá guive ako ka’aru.                                          (quemado mi alma al dejarme aquella tarde.)

Quisiera volver a ver tus risos de oro cual Tupâsy                          (Virgen)
que Dios por verte hermosa enjoyó con rayos de kuarahy               (Sol)
por eso vuela hasta ti esta mi canción de techaga’u                       (Añoranza)
impregnada de dolor porque ya no vienes che mokunu’û                (Con caricias y mimos)
evoco en la lejanía tu infantil figura Tupâsymi                              (Virgencita)
y mi almas pide a tu alma que vuelvas pronto juntito a mí.

Mi lejano amor, donde hoy estará, desde aquel día que me abandonó
ella no sabrá que sufro en silencio este gran vacío que al ir me dejó
y a pesar del tiempo yo vivo esperando ese día feliz en que volverá
entonces mi fe será hermosa luz
que irá alumbrando esas noches largas de mi orfandad.

Música y letra: HERMINIO GIMÉNEZ
Mi traducción...


LEJANÍA Lejano amor primero de mi niñez rohechaga'u lejano amor sublime ensueño azul mamópa reine distante queda el recuerdo de aquellas tardes del…
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domingo, 29 de enero de 2017

Saludos


Las sombras
alargadas aún
adormilan sus voces
en el desperezo del amanecer...
Domingo lento que avanza
caminando bajo los árboles...
Los ojos vagan divagan observan...
La luz va ajustando su foco
entre el follaje
que respira y susurra
en calma brisa...
Caminata del tiempo y la mía
que hincha su pecho
en suspiro complacido...
Un árbol gigante
se planta frente a mi.
Saluda sonriente
en su vaivén de ramas y verdores...
Entre sus hojas todo canta
en la vivacidad de sus plumajes.
Avecillas que inquieren de mi
en las preguntas del mundo...

¡Benditos seres, los saludo!

Los hombres dormitan aún
acaso vislumbrando
el duro sin fin de la semana
que vendrá.
Un universo de temores
rayan albas y ocasos del mundo...
Nuevos líderes en su ínfulas
cargando la tinta
de inciertas esperanzas.
Año veinte diez y siete.
Movimientos árduos
en los patios
de plebes y de reyes...

Y camino...
con un brillo de emoción
en los ojos...
Y otras avecillas
rondan sin miedos
junto a mi
sobre gramillas y veredas.
Los perros olfatean,
despejan mi paso
en ladridos quedos...
Toda la vida canta
en el reflejo de sus flores...
Y un poco más allá
el dolor de los hombres...
Aún,
yo saludo...
¡Salud a todos
seres de buena voluntad

Autoe: Juan Carlos Luis Rojas

sábado, 18 de marzo de 2017

Pértiga y carroza

De pértiga dulce
   a flor y profundo ensamblada en tu vientre
       puede ahora arrastrar mi alma
         carrozas ensoñadas.

De ceñido pedestal
   pueden nuestros cuerpos
      mover el mundo
         al ritmo sediento
             de pélvicas luces.

Oh, amor
al canal mayor de tus venas
se asoman/    vertientes/
   ríos infinitos.
¡Cómo no cantar
   si la fuerza de tu sangre
      tensa la cuerda limpia de mi garganta!

Magnolia encendida    es tu cintura
   ceñida de mis brazos
      posesos de pasión.
Fidedignos del ardor
   nuestros besos fagocitados.
Cuerpos inmersos en el altar.
¡Placer!
   que ignora el tiempo y el espacio.
¡Rostros que se inflaman
   del gozo a fuego vivo!

Ahora que muero
   consumado en tus brazos/
doblegado en la fuerza
   del placer y del amor/
      ¡anda! ¡llévame en tu seno!
A esta pequeñez humana
   llévala en tu seno...
      donde se elevan las ondas
         de ardientes corales arracimados...
      donde palpita ansiosa la simiente...
      donde se arrulla/
la materna e infinita
   ternura de la vida.

Autor: Juan C. L. Rojas

martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas